Donald Trump perdió el voto popular en las elecciones del 8 de noviembre: hubo más americanos —alrededor de 2 millones más— que votaron por Hillary Clinton. Pero ganó el voto electoral, por lo que es hoy presidente electo de Estados Unidos. Ante esta desgracia, los mexicanos reaccionamos con horror. Inevitablemente. Somos uno de los enemigos más visibles de la demagogia de Trump. Nos ha amenazado con levantar un muro en la frontera, con deportar a millones de compatriotas que viven sin documentos en Estados Unidos, con rechazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Pero no hemos hecho, en estos días, mucho más que compadecernos de nuestra suerte. Hay algo mezquino —patético incluso— en la obsesión de los mexicanos por nuestros problemas, pequeños y grandes.
La victoria de Trump me sorprendió en Ecuador, un país cuya moneda nacional es el dólar emitido en Estados Unidos. Los ecuatorianos estaban preocupados por su amenaza de retirar su aval para que la economía pueda seguir dolarizada. Su victoria atemorizó, por la incertidumbre, a todo el mundo. Mi propia reacción fue de tristeza, enorme tristeza. Y de preocupación. Preocupación no tanto por México, a pesar del mal que le va a hacer Trump, y no tanto por Estados Unidos, a pesar de la derrota —el fracaso— que su victoria implica para el legado y la memoria del presidente Obama. Preocupación sobre todo por el mundo, porque Trump pone en peligro los equilibrios en Europa, en Asia y en Medio Oriente. Y preocupación en especial por algo que va más allá del mundo: preocupación por el planeta. Paul Krugman ha insistido al respecto en sus artículos del New York Times. "Lo sucedido el martes tendrá repercusiones durante décadas, y puede que durante generaciones. A mí me preocupa especialmente el cambio climático. Nos encontrábamos en un punto crucial, ya que acabábamos de alcanzar un acuerdo mundial sobre emisiones y teníamos un camino político claro por el que conducir a Estados Unidos hacia una utilización mucho mayor de las energías renovables. Ahora es probable que todo se vaya al traste, y el daño podría ser irreversible". La reacción de Pekín frente al triunfo de Trump fue recordar que Estados Unidos y China acaban de ratificar, en septiembre, el Acuerdo de París. Pues Trump decía que el cambio climático era un fraude (a hoax) utilizado por China contra la industria de Estados Unidos. Muchos científicos escribieron antes de las elecciones para aclarar que no era un fraude. Sin resultado. Trump nombró a un negador del cambio climático al frente de su equipo de transición en la Agencia para la Protección del Medio Ambiente y anunció que durante sus primeros días en el gobierno quitará las regulaciones impuestas por Obama a las empresas productoras de petróleo, gas y carbón en Estados Unidos.
Los mexicanos deberíamos estar más interesados en lo que ocurre fuera de nuestras fronteras: vivimos todos en un solo mundo, habitamos un mismo planeta. En otros tiempos nos movilizábamos contra el gobierno de Estados Unidos por las agresiones que cometía en otros países, unos cercanos a nosotros, como Chile y Nicaragua, otros muy lejanos, como Vietnam. Ahora parece que solo nos importa México. Como si fuéramos ajenos a lo que ocurre en el mundo, a lo que le sucede a nuestra casa, que es el planeta.
*Investigador de la UNAM (CIALC)