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El Brexit y la negociadora

Theresa May tiene la reputación de ser una política dura y seria. Pero una vez que se active el artículo 50 del Tratado de Lisboa, ¿tendrá el ingenio necesario para las negociaciones del Brexit?

Es octubre de 2018 y Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, pronuncia que ya no hay nada más que decir: los líderes de los 27 estados miembros de la Unión Europea (UE) están listos para hacer la última oferta. El llamado se dirige para la delegación británica, donde Theresa May está rodeada por sus asesores. La primera ministra hace un pequeño recorrido por el salón de conferencias a prueba de ruido y toma su asiento.

Su rostro no muestra ninguna emoción. Se prepara para el final del Brexit. En las siguientes horas, May determinará el destino político y económico de su país. No habrá descanso para ella o para sus contrapartes, Tusk y Michel Barnier, el principal negociador de la UE, quien decretó que si habrá un acuerdo tiene que hacerse ahora.

Los líderes europeos apenas están familiarizados con la primera ministra británica, quien no se especializa en relaciones personales. La ven en busca de pista de sus intenciones, pero no hay ni una.

May se sienta silenciosamente y escucha mientras se muestra la oferta final de la UE para el Brexit. Mientras la noche se convierte en día en Bruselas, la historia británica y europea se va a hacer. May sabe que si presiona demasiado, la UE detendrá las negociaciones, la pondrá al borde del abismo en 2019: una salida sin acuerdos. Le seguirán aranceles, controles fronterizos y una gran disrupción económica.

Las empresas del Reino Unido tal vez nunca se lo perdonen, el parlamento puede levantarse en su contra, el clamor por la independencia escocesa y el rompimiento del “preciado” Reino Unido de May, podrían volverse irresistibles.

Pero si le dan mucho espacio, May sabe muy bien lo que seguirá. Europa desempeñó un papel clave en la caída de los últimos tres primeros ministros conservadores, y su partido no mostrará piedad si ahora apuesta en contra de Gran Bretaña. Como Sir John Major, exprimer ministro, dijo de los críticos euroescépticos de May el mes pasado: “pueden ser aliados del primer ministro; pero el riesgo es que mañana tal vez no lo sean”.


La hermética May

Es común decir que pocas personas realmente conocen a May, y los resultados que busca para el Brexit. Pero se pueden encontrar pistas al examinar su historial como negociadora, como secretaria del interior de Gran Bretaña y al hablar con los que trabajaron a su lado y se sentaron del lado opuesto de la mesa de negociaciones.

A May le gusta tener el control; solamente cede cuando se agotan todas las demás opciones y negocia con hechos, no con relaciones personales. Cualquier acuerdo tal vez no tome forma hasta muy tarde en el día. Por supuesto, May podría no tener nunca su cita con el destino político en el “huevo espacial” del Consejo Europeo en otoño de 2018: las negociaciones podrían colapsar mucho antes.

Michel Barnier, principal negociador del Brexit, quiere un acuerdo temprano sobre el proyecto de ley de la salida de Gran Bretaña y una lucha por el dinero podría descarrilar las negociaciones. Pero al trabajar en el principio habitual de la UE de que nada está acordado hasta que todo está acordado, el dinero, el acceso de mercado, los controles fronterizos y los arreglos de transición, todavía podrían estar en juego cuando May comience la negociación final.

Durante los 18 meses de negociaciones cubrirá un enorme rango de temas, desde la aviación hasta la seguridad nuclear, pero al final, May tendrá que hacer un pequeño número de concesiones estratégicas. Y ya anunció que quiere un “Brexit duro”: salir del mercado único, de la unión de aduanas y de la jurisdicción del tribunal de la UE.

Pero también se comprometió al “comercio más libre y sin fricciones posible de bienes y servicios entre el Reino Unido y la UE”. ¿Qué está dispuesta a ofrecer para obtenerlo? ¿Un régimen liberal de inmigración para los ciudadanos de la UE? ¿Un papel limitado y continuo para el Tribunal Europeo de Justicia? ¿O hasta miles de millones de libras para el presupuesto de la UE?

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La experiencia sugiere que Theresa May irá con calma. Frans Timmermans, quien supervisa los Asuntos del Interior y de Migración para la Comisión Europea, dice que la líder británica tiene “una forma muy tranquila para abordar las cosas. En estas negociaciones vamos a necesitar este tipo de integridad de todas partes. Porque es la única forma en que podemos asegurar que haremos el menor daño posible en algo que desafortunadamente y por naturaleza, será un proceso doloroso”.

Timmermans agrega que May “se mueve tranquilamente y de lado, se toma su tiempo, pero cuando da su palabra, se adhiere a ella. Esa es una de las cosas que realmente me gustan de ella”.


No hay tiempo para charlas

Los esfuerzos de diplomacia de la primera ministra pueden ser torpes. En una reunión reciente con la canciller alemana, Angela Merkel, la primera ministra británica sugirió una resolución temprana de los derechos de los ciudadanos después del Brexit.

El equipo de Merkel ya había indicado que era demasiado pronto para hablar sobre el tema, algo que ella veía como parte de una negociación más general. Un funcionario en la reunión dijo que fueron “frías y difíciles”. Por el contrario, David Cameron, el anterior primer ministro conservador, se centró en elogiar a Merkel, en cómodos fines de semana en su casa de campo donde veían DVDs y salían a caminar.

No fue totalmente exitoso: Merkel al final no pudo ayudar a Cameron en una serie de temas, incluyendo la reforma de la Unión Europea. Charles Grant, director del Centro para la Reforma Europea, dice: “es posible que David Cameron invirtió un poco de más en Merkel, pero existe la opinión en Whitehall de que ella (May) dejó de invertir en Berlín”.

Si bien Cameron también pudo meterse en un laberinto con Mark Rutte y Fredrik Reinfeldt, los primeros ministros de Holanda y Suecia respectivamente, Grant dice: “no creo que ella tenga esas relaciones personales en este momento”. La opinión sobre May es que al final, el Brexit se va a determinar por cálculos fríos de interés nacional, y no por charlas diplomáticas. Sir John no está tan seguro: “la atmósfera ya está agria”, dijo.

“Un poco más de encanto y menos retórica barata haría mucho para proteger los intereses del Reino Unido”. Nick Clegg, exviceprimer ministro liberal democrático en el gobierno de coalición de Cameron, chocó repetidamente con May en el gabinete por asuntos como la inmigración y las libertades civiles, y llegó a respetarla por su seriedad: “en nuestras negociaciones en la coalición podía depender de mantenerse en lo que habíamos acordado, aunque era un proceso innecesariamente laborioso lograr un acuerdo en primer lugar”, dice.


Los resultados de Gran Bretaña

Dada la preferencia de May por aferrarse a sus posiciones y el hecho de que no es conocida por su agilidad política, ya tendrá en mente en dónde tiene que “flexibilizar” su negociación final cuando entre al Consejo Europeo por última vez.

Las pistas pueden encontrarse en el documento oficial del Brexit en el que es específico en algunas áreas pero prácticamente no habla de otras, notablemente los pagos futuros de Gran Bretaña al presupuesto de la UE y su nuevo régimen de permisos de trabajo.

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Por ahora, May se mantiene inflexible, insiste en que “ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo” y amenaza con retirarse del convenio si las condiciones no son las correctas. Boris Johnson, secretario de Relaciones Exteriores, dice que salir de la UE para entrar a las condiciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) será “perfectamente aceptable”.

Un rompimiento en las negociaciones de octubre de 2018 causaría convulsiones en el mercado. Clegg dice: ”No la culpo por mostrar un tono desafiante y confiado antes de las negociaciones. ¿Qué otra cosa puede hacer?”. ¿Está fingiendo retirarse? “No”, dice Peter Mandelson, excomisionado de Comercio de la UE. “No hay una sola evidencia de eso. He hablado con altos funcionarios del gobierno. No es una pose”.


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