Política
  • 2025: Un año convulso para la UNAM

  • Entre amenazas a la seguridad estudiantil y las protestas que involucraron cerrar las escuelas, la máxima casa de estudios se enfrente a un panorama complejo que deberá resolver en 2026.
La UNAM se enfrentó este año a situaciones sin precedentes y múltiples demandas estudiantiles. | Octavio Hoyos

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) concluyó el año con planteles aún tomados e inició el periodo vacacional decembrino aún con una crisis, con muchas interrogantes, pero sobre todo, con el legado de afectaciones a la vida académica.

Si bien el episodio más trágico fue el homicidio que cometió, el 22 de septiembre de 2025, un estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur contra otro compañero, e hirió a un trabajador, lo que derivó en paros y exigencias de seguridad; la cascada de demandas ya se vislumbraba desde tiempo atrás.

Esto afectó a facultades como Química, Arquitectura, Odontología, Contaduría y Administración, Artes y Diseño, ENES Morelia, Ingeniería, Medicina, Ciencias Políticas y Sociales, y Filosofía y Letras.

Por ejemplo, la Facultad de Ingeniería comenzó un paro de actividades el 13 de abril, en demanda de la restitución del presupuesto para las becas Elisa Acuña, así como la atención de la violencia de género y mejoras a la infraestructura del plantel.

Al prolongarse el paro por más de 10 días, derivó en que se cancelara la VIII Feria del Empleo “Conexión laboral”, originalmente planeada para el 28 y 29 de abril, un espacio que permite a los estudiantes acercarse a empresas para realizar pasantías y vincularse directamente con el mercado laboral.

La decisión respondió al contexto de inestabilidad que atravesaba la comunidad.

“La instalación y armado de espacios de la Feria requiere varios días de trabajo previo de empleadores, proveedores y empleados de la Facultad de Ingeniería, lo cual no se pudo hacer”, informaron un 24 de abril las autoridades del plantel.
“En años anteriores siempre había habido esa feria y esta vez no se pudo hacer. Afecta mucho porque sobre todo nosotros como estudiantes de los últimos semestres estamos a la caza de empresas y esa feria es una buena ventana para acercarnos con las empresas. De esa feria salen muchas pasantías y buenas oportunidades, que desafortunadamente por causas que muchas veces son ajenas a la mayoría de los estudiantes, esta vez no se pudieron hacer” , lamentó Abraham, estudiante de ingeniería geofísica.

Por otro lado, si bien el semestre en la UNAM terminó el 28 de noviembre, en el caso de la Facultad de Arquitectura, el paro que inició el 13 de octubre se mantuvo hasta mediados de diciembre, deteniendo trámites de becas, movilidad y titulación. 

Al final, los paristas desalojaron el 15 de diciembre, al inicio del periodo vacacional, por lo que las autoridades de la Facultad informaron que asumieron la custodia de las instalaciones abandonadas. La dirección acusó, en todo momento, falta de disposición al diálogo por parte de los estudiantes inconformes.

El paro de la Facultad de Arquitectura duró alrededor de dos meses
El paro de la Facultad de Arquitectura duró alrededor de dos meses. | Héctor Téllez

En algunos casos, los alumnos pudieron mantener actividades a distancia con sus docentes, pero en otros, simplemente fue imposible.

“Son procesos que afectan mucho porque no todos tenemos la posibilidad de llevar toda nuestra educación en línea, y lo peor es que hay profesores que no le entran al tema digital y se vuelve muy tedioso todo. Quienes promueven los paros dicen que lo hacen por todos, pero no hay nada más injusto y que segrega que un paro porque no todos tienen las posibilidades y el sitio de atender una clase en línea”, contó Luis, estudiante de diseño industrial.

La Facultad de Química fue de las entidades académicas más afectadas por la interrupción de actividades académicas. 

A inicios de septiembre, puso en marcha un paro de más de tres semanas en demanda de mejoras a la infraestructura, materiales y procesos de titulación. Al poco tiempo se sumó la exigencia estudiantil de seguridad y la aplicación del protocolo universitario para salvaguardar la integridad de los estudiantes, debido a que la comunidad en su conjunto recibió amenazas digitales y mensajes intimidatorios que advertían intentos de replicar una tragedia como la ocurrida en el CCH Sur.

A inicios de octubre retomaron actividades a distancia, para una vez más pararlas en noviembre, y al final, terminar el semestre de manera remota.

Los estudiantes no pudieron regresar a sus aulas y, tras un amplio diferendo con las autoridades del plantel, el director de la Facultad, Carlos Amador Bedolla, convocó a los profesores a establecer contacto con los alumnos y acordar formas de conclusión.

“Me permito sugerirles (a docentes) que lleguen con ellos a nuevos acuerdos de evaluación, dadas las especiales condiciones en que se ha desarrollado este semestre”, informó.

Violencia y salud mental en la UNAM

Tras el homicidio del estudiante Jesús Israel Hernández, el 22 de septiembre en el CCH Sur, la violencia volvió a colocarse en el centro del debate educativo, junto con la exigencia de estudiantes y padres de familia de contar con condiciones de seguridad y espacios dignos en los planteles.

Tras múltiples mesas de diálogo, y pese a que las autoridades del plantel aseguraron que habían hecho mejoras con la instalación de torniquetes, detectores de metal, cámaras de seguridad y luminarias, los estudiantes y padres de familia no estuvieron de acuerdo con regresar a clases de manera presencial, pues se dijeron inconformes con las medidas, por lo que las actividades se mantuvieron a distancia.

En este contexto, hubo estudiantes y sus familias que prefirieron dejar el plantel ante la falta de seguridad y certidumbre.

Fue el caso de Karen y su hijo Leonardo, de 17 años, estudiante del quinto semestre. Él presenció la fatídica escena de lo ocurrido el 22 de septiembre en el CCH Sur, tras lo cual recibió atención psicológica y, en acuerdo con sus padres, decidió darse de baja del plantel e inscribirse en un bachillerato privado.

“Para mí fue como impotencia, porque yo viví la indiferencia de los directivos, me llenó de tristeza que no actuaran y que no escucharan a la comunidad”, contó.

Sus padres habían estudiado en este mismo plantel, por eso confiaban en la educación que le podría ofrecer a Leonardo, pero al final la decisión fue clara: no podían dejar a su hijo en un espacio que ya no garantizaba la seguridad.

“A él le tocó ver todo, al chico tendido sin vida, ver al chico agresor con las piernas rotas, el trabajador lesionado. Lo peor es que se sabe que sí hubo un aviso de que esto pasaría y no se hizo nada, entonces cómo dejar a tu hijo en un espacio sin seguridad en lo absoluto”, lamentó.

Para Miguel Alejandro González Ledesma, investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, lo que pasó en el CCH Sur es signo de que la situación de crisis no se restringe a lo universitario, sino que es un reflejo de lo que ocurre en el país.

“Lo ocurrido en el CCH tiene una especificidad que yo creo que merece una reflexión sobre el estado en el que están los jóvenes en el país, sobre las sensibilidades que se están desarrollando en este contexto. En el caso del proceder de la UNAM, fue una respuesta un tanto tardía por parte de la rectoría, y muchos señalaron falta de empatía, de tal manera que esto articuló descontentos. 
"Por otro lado, hay sectores que están a la casa de las coyunturas para promover sus agendas, y eso facilitó, digamos, la movilización y los paros que vimos en este periodo”, explicó.

Roberto Rodríguez, académico del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, advirtió que fue un semestre complicado para la universidad por la continuidad de paros en bachilleratos, escuelas y facultades, con una diversidad de demandas, por lo que brindar soluciones representó un reto para la autoridad universitaria. 

“No es un movimiento estudiantil elaborado con base en una plataforma de demandas comunes, sino son un conjunto de expresiones, en algunos casos, con demandas justificadas, con planteamientos atendibles, que van ocurriendo en escuelas y facultades, pero que no tienen una articulación entre ellos que permita a la autoridad establecer una base de negociación común, sino sólo irlos atendiendo caso por caso”, comentó.

En cuanto al Programa Universitario de Cuidado y Apoyo a la Salud Mental, anunciado por la UNAM en octubre de 2025, cuyo objetivo es identificar a la población de riesgo, brindarle seguimiento y atención, Rodríguez dijo que si bien es buena la atención desde una perspectiva médica y emocional, es importante atender también la perspectiva educativa, así como en coordinación con las autoridades, incluso, federales.

“Que se hagan esas acciones me parece que es muy sano, pensar que eso es la solución a la problemática me parece que es sobreestimar las posibilidades del instrumento para atender las causas. Yo creo que los temas de seguridad requieren ser atendidas en conjunción con las autoridades que tienen los instrumentos para atenderlas e incluso de la Federación, porque el espacio universitario tiene esa condición de tener una territorialidad que abarca la Ciudad Universitaria, pero también de ser un espacio que debe ser atendido por la propia sede federación, al tratarse de una institución, observando la autonomía, claro”, recalcó.

Tras el asesinato ocurrido en el CCH Sur, la UNAM echó a andar el programa de salud mental que si bien atendería a los diversos sectores de la comunidad —docentes, personas trabajadoras y estudiantes—, se pondría mayor atención en los alumnos del bachillerato, sector que se encuentra en una fase formativa, en un contexto caracterizado por la complejidad y la incertidumbre.

Durante la presentación del programa, en octubre de 2025, el rector Leonardo Lomelí señaló que las adolescencias y juventudes enfrentan situaciones de tensión sin precedentes, agudizadas por fenómenos contemporáneos como el creciente uso de drogas sintéticas, temores derivados de guerras y conflictos globales, incertidumbre por el cambio climático, diversas violencias sociales y familiares, así como estrés por la hiperconectividad que empuja a pasar tiempo excesivo en las pantallas; factores de riesgo que se intensificaron durante la pandemia por covid-19.

“Los datos y la experiencia confirman que estos elementos impactan negativamente el desarrollo neuropsicológico y los procesos de aprendizaje, por lo que representan un reto para la Universidad Nacional, el cual se atenderá al brindar apoyo a su comunidad con cuidado, empatía, acompañamiento y prevención” expresó.

Impacto en la calidad de aprendizajes e imagen de la Universidad

Ambos investigadores coincidieron en que los paros y el clima de amenazas pasarán factura a la Universidad.

Desde el impacto en la preparación de sus estudiantes, los procesos de enseñanza-aprendizaje, las posibilidades de empleo, así como las posiciones de la UNAM en rankings internacionales.

El académico Roberto Rodríguez dijo que si bien la calidad educativa no disminuirá de manera inmediata, sí habrá repercusiones en que la Universidad representa una opción de estudio para muchos jóvenes.

“Me temo que esto pronto tenga consecuencias, no sé si en el aprendizaje de los estudiantes. No en cuanto a que la calidad disminuya de manera inmediata, pero tiene otras repercusiones como la decisión de inscribirse en las facultades y escuelas de la UNAM en aquellos estudiantes que vean la irregularidad en las clases y eso sería lamentable.
“Me parece que para el próximo año, la moneda está un poco en el aire de saber si hay medios más eficaces para resolver los conflictos”, señaló.

Alejandro González, investigador del IISUE, reconoció que los paros reiterados tienen un efecto negativo en los trazos de aprendizaje, así como en la percepción en términos de empleabilidad.

“Algo que es grave es que ha habido pérdidas de aprendizaje y también desaliento. Entre colegas hemos notado los grupos de estos semestres que ya tenían otra actitud, un cambio cuando regresamos del paro, la gente estaba más desanimada.
“Por otro lado, está también lo que la universidad hace para muchos jóvenes, la oportunidad de formarse, de ascender socialmente y de repente les cierran la facultad y sus familias les piden que se vayan a trabajar si no hay clases. Eso sí pasó y, entonces, mucha gente abandonó por lo menos el semestre y eso afecta a las trayectorias. 
"O sea, sí, hay un impacto muy fuerte en ese sentido. Entonces yo no lo minimizaría. Yo creo que sí habría que ser claros con este tipo de fenómenos y las consecuencias que implican. Incluso pienso yo, sería importante reconocerlo a nivel de la comunicación institucional”, advirtió.

EHR

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