Ciudad de México /
Buena parte de la insatisfacción con eso que llamamos vida se desprende del ensueño de que podemos modificar a las instituciones, usos y costumbres, concepciones, relaciones y personas que nos rodean. Y sin esos resortes (el del disgusto y la voluntad de transformar) quizá la vida no sería vida. Porque si se destierra el aura que construyen las ilusiones, lo que queda es la existencia pura y dura, una especie de vida animal.