Ciudad de México /
En los años que siguieron a la prisión y breve exilio, compartimos incontables momentos. Yo admiraba a Luis: estaba dotado de un ego bien construido, de modo que vivió su homosexualidad de forma excepcionalmente libre, sensata, sin imposturas ni dramatizaciones. Fue hombre pleno, libre; y gran amigo: inteligente, optimista, con una conversación siempre rica y estimulante. Además, fue gran escritor. Su prosa, franca y directa es, frecuentemente, brillante.