Julieta Fierro, física, astrónoma e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) murió este 19 de septiembre.
De niña, Julieta soñaba con ser hada, tener una varita mágica para acabar con la pobreza, ser mamá de 12 hijos o trabajar en un circo con un elefante. Ninguno de esos deseos se cumplió, pero alcanzó algo más grande: convertirse en una de las científicas y divulgadoras más queridas y reconocidas en México y Latinoamérica, capaz de despertar en millones la emoción de mirar el cielo y hacerse preguntas.
La científica trabajó en exposiciones para museos, escribió libros y artículos, además, participó en programas de radio y televisión. Recibió varios reconocimientos como los premios Kalinga de la UNESCO, el de la Academia de Ciencias del Mundo, el Mario Molina, fue distinguida con cuatro doctorados honoris causa y fue miembro honorario de la Academia Americana de Artes y Ciencias.
¿Quién fue Julieta Fierro? | PERFIL
Nacida en la Ciudad de México, desde pequeña mostró una inquietud por entender el mundo que la rodeaba, una inquietud que la llevaría a convertirse en una de las divulgadoras más reconocidas de la región.
"A mí lo que me fascina de la ciencia es que sabemos que no tenemos la verdad. Tenemos verdades parciales", dijo en una charla con jóvenes y niños.
Investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM desde los años 80's, y también fue profesora en la Facultad de Ciencias, formó generaciones de estudiantes con su estilo único, lleno de humor, objetos curiosos y demostraciones inolvidables.
"Lo que más me gusta hacer es socializar el conocimiento científico. Que otras personas lo aprecien, se enamoren de la ciencia o, al menos, no le tengan miedo", dijo en una entrevista para MILENIO.
Entrevista con Julieta Fierro
Su gusto por la divulgación de la ciencia la llevó a publicar más de 40 libros y cientos de artículos, convirtiéndose en una referencia obligada para quienes buscan acercarse a la astronomía sin perder la emoción del descubrimiento.
Fue directora general de Divulgación de la Ciencia en la UNAM y directora del museo Universum, donde dejó una huella profunda en la manera de comunicar la ciencia en México.
Julieta hablaba orgullosa de su trabajo, pues estaba segura de que la ciencia necesitaba "mujeres que platiquen sabroso de la ciencia" para que ésta llegue a más personas.
"En el transcurso de mi carrera, yo creo que mi proyecto más extraordinario ha sido ser directora general de Divulgación de la ciencia de la UNAM. Había, por primera vez, un divulgador de tiempo completo como director. El Museo de Ciencias no sólo me llevó a la parte de divulgar la ciencia como yo quería, como ser la directora de una gran orquesta, con todas las posibilidades, de impulsar a mis compañeros divulgadores, porque, finalmente, había alguien que los entendía", dijo.
Su labor fue reconocida con múltiples doctorados honoris causa, el prestigioso Premio Kalinga de Popularización de la Ciencia otorgado por la UNESCO, y su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, un honor que refleja su capacidad para unir el rigor científico con la belleza del lenguaje.
El feminismo de Julieta Fierro
Julieta Fierro, también dedicó buena parte de sus reflexiones públicas a señalar las barreras que enfrentan las mujeres en la ciencia y en la sociedad.
“Las mujeres también sabemos pensar, muchas hacen cosas fantásticas”, afirmaba. Para ella, la inclusión femenina no era sólo un asunto de justicia, sino de necesidad: los grandes problemas de la humanidad se resuelven mejor cuando participan equipos multidisciplinarios, con distintas disciplinas y géneros.
“Necesitamos las condiciones para que las mujeres puedan ser científicas. ¡Y son necesarias! ¿Les han hecho la pruebita del cáncer de mama?... Es un apachurramiento que ni se imaginan ¿Ustedes creen que los señores les apachurrarían así sus partes? ¿Qué tal los cinturones de seguridad de los coches? ¿Qué tal que no hay chalecos antibalas para las mujeres? Necesitamos mujeres en la ciencia, pero, para eso, necesitamos cambiar las condiciones sociales para que puedan prolongar sus estancias y puedan tener los hijos y, además, poder ser investigadoras. Tenemos que lograrlo”, reflexionó alguna vez.
Sin embargo, Fierro advertía que el mayor obstáculo no era la falta de interés de las niñas por la ciencia, sino el entorno social y cultural que aún refuerza mitos de inferioridad femenina. Desde las narraciones bíblicas hasta las tradiciones prehispánicas, recordaba, las mujeres han sido cargadas con la idea de sacrificio y culpa, lo que limita su confianza para pedir ayuda y desarrollarse plenamente.
También señalaba las condiciones estructurales que dificultan la permanencia de las mujeres en la ciencia: becas que no se extienden en caso de maternidad, falta de guarderías en universidades y centros de investigación, y un sistema que empuja a postergar la maternidad hasta edades complicadas. “En México necesitamos guarderías en prepas, universidades y hospitales. Si no se crean esas condiciones, las mujeres seguirán desfavorecidas”, advertía.
Fierro creía firmemente que cambiar esas estructuras es indispensable no sólo para lograr igualdad, sino para enriquecer la ciencia y la sociedad con miradas diversas, por lo que animaba a las mujeres más jóvenes a seguir el sendero del cambio.
“Yo creo que ahorita los problemas por los cuales se están protestando las mujeres mexicanas están indicando que hay mucha desigualdad, y que no se está tomando en cuenta la valía de las mujeres en México. Toda la estructura social está hecha para que las mujeres aguanten y soporten las injusticias. Y eso ya es inadmisible. Tenemos que cambiar. Pero les toca a ustedes, nosotras, mi generación ya se pasó de moda y ya la regó, pero ustedes deben saber qué quieren y cómo lo quieren, y saber que nosotras las queremos ayudar, pero a decidir lo que ustedes quieran”.
LG