La mañana del 9 de noviembre de 2016 una generación entera de norteamericanos despertó con una resaca espantosa y la terrible certeza de que los años de Obama habían sido justamente eso: años, una era entre las otras. Lo que creíamos era el comienzo de “un largo resbalar hacia la felicidad” resultó ser una nueva belle époque: la calma inocente e idiota antes de la catástrofe. A partir de ese momento tendríamos que aceptar que América no era un jardín, ni una “ciudad resplandeciente en la colina”, ni siquiera un Estado neoliberal lleno de fallas e injusticias que podía sin embargo garantizar ciertas libertades básicas. Esa mañana nos reveló que la esencia de Estados Unidos no era América, sino Amerika: el país que perpetró el genocidio de las naciones indígenas, la esclavitud de los afroamericanos, y las atrocidades de Vietnam y Guantánamo.
JOS