La Comisión de Régimen, Reglamento y Prácticas Parlamentarias de la Cámara de Diputados aprobó con 5 votos a favor y 4 en contra una adición a la Ley Orgánica del Congreso General para prohibir estrictamente el ingreso de personas armadas a los salones de sesiones.
Ello, con la salvedad de que "medie causa grave que lo amerite, se trate de fuerza pública y lo haya ordenado el presidente del Congreso, de la cámara respectiva o de la Comisión Permanente, según corresponda".
Al fundamentar su voto en contra, el perredista Francisco Martínez Neri calificó el proyecto previamente avalado por el Senado como un esperpento y un adefesio que a su juicio no merece la Cámara de Diputados, el Congreso de la Unión, ni los legisladores.
"Creo que estamos retrocediendo; yo quisiera hacer un exhorto a los compañeros diputados: va a ser el hazmerreír esto de la prensa y de la opinión internacional, estar regulando la posibilidad de que haya participación armada dentro de un recinto", arengó.
El diputado Rogerio Castro, de Morena, advirtió a su vez sobre una regresión a los tiempos en que los diferendos entre los legisladores se arreglaban a balazos.
"Consideramos este dictamen regresivo, autoritario y yo diría que hasta fascista, pero consideramos que en este dictamen lo que se pretende es regresar a la época, como decía el diputado, cuando todo se arreglaba con las armas, y para nada va a beneficiar, sobre todo porque este es un recinto político, público, donde debe reinar la paz y el orden", señaló.
La minuta remitida por el Senado de la República argumenta que los debates en el pleno pueden ser en ocasiones ríspidos y tensos, al grado de provocar discrepancias y alterar de manera violenta el desarrollo de las sesiones.
"Un aspecto que debe, sobre todo, prevalecer en los legisladores es el don de la tolerancia y el respeto, por lo que no resulta viable que porten armas", dijo.
Justifica así las medidas preventivas y subraya que en un parlamento "no necesariamente se dejan de sufrir discusiones acaloradas, arrebatos o desatamiento de pasiones, puesto que la política, las cuestiones de gobierno y los debates ideológicos así lo exigen.