San Miguel de Allende conserva una peculiar tradición llena de colores y diversión. Cada año días antes del inicio de la Cuaresma, a finales de febrero e inicios de marzo, y antes del famoso miércoles de ceniza, el jardín principal de la ciudad se llena de chicos y grandes jugando a los “cascaronazos”.
Se le denomina con ese nombre a las guerrillas donde los sanmiguelenses sorprenden a lo demás rompiendo cascarones de huevo llenos de confeti, harina, plata, oro y otros materiales en polvo en la cabeza de los demás. Se puede ver a las personas corriendo por las calles del centro histórico evitando ser víctimas de un “cascaronazo”.
Las calles alrededor de la plaza principal se llenan de vendedores con múltiples cajas llenas de cascarones de pintados y decorados con colores llamativos a distintos precios. Se venden individualmente desde un peso hasta bolsas de 20 o 30 pesos. Incluso venden flores y payasitos de papel.
Según algunos historiadores, esta celebración se remonta hasta la época de los egipcios, miles años atrás de nuestra época. Incluso se ha mencionado podría derivarse de algunas fiestas paganas o romanas que se expandieron por Europa. De ahí ya es conocida la historia de cómo la Conquista trajo a México nuevas costumbres.
Se dice que la tradición original se ha modificado a lo largo de los años, pues en el pasado trataba de una costumbre romántica donde alrededor del jardín, hombres caminaban en un sentido y las mujeres en otro. Los hombres pedían permiso a las féminas para romper un cascarón de confeti en señal de una propuesta de cita, a lo que las mujeres respondían entregando una flor de papel.
Como ocurre con todas las tradiciones, se ven envueltas en cambio a lo largo de los años, pero en sí no pierden su esencia. Esta ciudad Patrimonio de la Humanidad guarda distintas sorpresas para el carnaval de cada año, por lo que los visitantes gustan de regresar año con año.