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De La Merced para el mundo: Ubaldo López, el reinventor de los 'diablitos'

Ubaldo López comenzó a trabajar a los nueve años en La Merced, edad a la que llegó también al Centro Histórico; obtuvo conocimientos básicos de herrería y reinventó una de las herramientas básicas en la cotidianidad mexicana.

Que las carretillas de carga, o diablitos, hayan transformado su forma con el tiempo, todo por encontrar la manera más fácil de transportar hasta una tonelada y sin el riesgo de que se despeñe la mercancía ha sido posible gracias a Ubaldo López Reyes, mejor conocido como El Chavo, un herrero encanecido, rechoncho y de buena entraña que trabaja en la Central de Abasto de Ciudad de México, donde hay más de 10 mil diableros.

“Desde que tenía 10 años comencé a hacer diablitos”, dice Ubaldo o don Waldo, como también lo conocen sus camaradas de la central. “Les puse una tabla para contener la mercancía; también mejoré las ruedas y el eje. Todos esos detallitos los fui puliendo y ahora los diablos están derechitos, justo para trabajar a gusto”.
Lo conocen como 'El Chavo' porque empezó a trabajar desde los nueve años.
Lo conocen como 'El Chavo' porque empezó a trabajar desde los nueve años. (Erick Miranda)

Ubaldo trabaja desde los cuatro años. “La necesidad fue la que me hizo chambear desde chiquito, a cargar cebollitas, cilantros y todo eso para ayudar a mi mamá y a mis hermanos, porque no tuve papá”. Y justo por haber empezado a trabajar a esa edad fue que se ganó el apodo de El Chavo. “Andaba con una carretilla de mi tamaño, primero en La Merced y luego en la central, cuando movieron las bodegas acá a Iztapalapa”, dice este hidalguense que llegó a vivir al Centro Histórico, un barrio al que lleva hasta la médula.

—¿Y cómo eran antes los diablitos?

—Eran totalmente cuadrados y todas las cosas que cargábamos terminaban en el suelo. Por eso me salí de trabajar a los nueve años. Luego entré de chalán a un taller de carrocería. Ahí aprendí de fierros: cómo forjarlos, cómo soldarlos y hasta cómo doblarlos sin grandes herramientas.

Con esos conocimientos básicos de la herrería, cuenta Ubaldo, no regresó de diablero a La Merced, sino más bien como el hombre que reinventaría los diablos. “Las primeras modificaciones que le hice fue alargar las agarraderas que nosotros conocemos como los cuernos y sustituí las llantas”.

Lo conocen como 'El Chavo' porque empezó a trabajar desde los nueve años.
Empezó su trabajo en La Merced y luego se fue con el cambio a la Central de Abastos. (Erick Miranda)

Ubaldo trabajó primero con un socio que le jugó chueco a los pocos meses. “Me independicé y ahorita me dedico a rentarlos”, dice y cuenta que ha llegado a tener unos 400 diablitos. “Un carretillero puede empujar de entre 200 y hasta poco más de una tonelada, además de los veinte o treinta kilos que llega a pesar el puro diablo”.

—¿Y cómo es la paga?

—Puede ser variable, dependiendo de la cantidad de productos, el peso, o el tiempo de viaje. Se cobra entre los 30 y los 100 pesos por viaje.

Ubaldo vive en el Centro Histórico y está convencido de que no abandonará el barrio porque ahí está toda su vida y porque, dice, le preocupa la gente que emigra de los pueblos. “Acá a la central llegan a venir diableros de Oaxaca, Guerrero, San Luis Potosí y de muchos otros estados. Es gente que de verdad lo necesita. Yo le presto el diablo sólo a quien de verdad lo requiere, porque si viene por adicciones, pues no”.

Pese a que Ubaldo ha vivido en entornos donde las drogas, el crimen o la parranda están al alcance de la mano, su único vicio es el cigarro. “Tengo dos hijos que ya se licenciaron, esa fue mi adicción: darles estudios”.

—¿Y usted se consideraría un padrino de sus diableros?

—Se puede decir que sí, porque les doy ese don de convencimiento, porque les hablo sobre el trabajo para que dejen drogas, para que dejen el alcohol y así vean por su familia.

—El oficio es rudo, ¿no?

—Sí, porque hay que lidiar con personas conflictivas. Por eso lo mejor siempre será actuar por el camino del bien, por la derecha y pese a cualquier dificultad.

DMZ

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