En la sala de doblado, los veteranos caminan entre mesas de lona, donde jóvenes dobladores pliegan sus paracaídas con precisión quirúrgica. Observan, recuerdan. Hace medio siglo, ellos fueron los primeros en hacerlo. Hoy, retirados, regresan al lugar donde comenzó todo.
Uno de ellos es el teniente de navío Pablo Colín, quien sirvió casi veinte años en la Infantería de Marina. “Sé que todo esto ha sido muy difícil para mí. Estar retirado… pero me siento orgulloso de verlos doblar sus paracaídas con las nuevas técnicas que tienen ahora”, dice, con la voz entrecortada por la emoción.

A su lado, Alejandro Becerra, teniente de sanidad naval, asiente. Él fue el primero en graduarse en el Canal de Panamá, enviado por las autoridades mexicanas en 1975.
“Soy la primera antigüedad que se fue a graduar allá. Ver esto me devuelve a ese momento”, presume con orgullo.
El 22 de agosto de aquel año, 26 elementos concluyeron su formación como la primera generación de paracaidistas Airborne en la Escuela de las Américas. Aquel salto inaugural no solo fue un acto de valor, sino el inicio de una disciplina que transformaría la capacidad operativa de la Secretaría de Marina.
“Fue el inicio de un camino que, con el tiempo, se convirtió en tradición, enseñanza y legado”, recuerda un almirante retirado, también paracaidista.

En este 2025, la Secretaría de Marina celebra cinco décadas desde que el paracaidismo militar se integró formalmente a sus filas. Medio siglo de saltos, misiones, rescates y despliegues que han consolidado a los fusileros paracaidistas como una fuerza élite. Desde operaciones de seguridad interior hasta atención a emergencias, el paracaidismo naval ha demostrado ser una herramienta táctica invaluable.
“Tener la responsabilidad de doblar… porque en ello va la vida de uno de sus compañeros”, afirma Colín, mientras observa cómo un joven infante revisa cada pliegue con devoción.
La técnica ha evolucionado, pero el principio sigue intacto: cada salto es un pacto de confianza.
Becerra recuerda el otro extremo del salto: la atención médica. “Para mí, la salud del paracaidista es importante. Agradezco a la Armada por haber llegado de adolescente a la escuela donde me formaron como enfermero naval”, dice.
En 1976 se conformó la Primera Compañía de Infantería de Marina Fusileros Paracaidistas (PRICIAFUSPAR), que más tarde daría origen al Batallón de Infantería de Marina Fusileros Paracaidistas (BIMFUSPAR). Esta unidad ha sido clave en operaciones de alto riesgo y en la protección de los intereses marítimos del país.

Una de las operaciones más emblemáticas de esta unidad fue la “Operación Tláhuan” en 1997, en la que personal paracaidista rescató rehenes y recuperó una plataforma petrolera tomada por un grupo armado en la Sonda de Campeche.
Aunque los detalles permanecen reservados, se sabe que el despliegue incluyó saltos nocturnos desde helicópteros y una intervención quirúrgica que evitó bajas civiles.
La profesionalización del cuerpo paracaidista continuó en 1978 con el Primer Curso Básico de Fusileros Paracaidistas (FUSPAR), impartido en México. Desde entonces, miles de elementos han sido formados bajo estándares cada vez más exigentes.
En 1982, María del Carmen Rita Cabrera Amador se convirtió en la primera mujer paracaidista de línea estática; en 1992, el salto libre militar a gran altura fue introducido por el Capitán Fragata Pedro García Valerio; y en 2012, Cecilia Azucena Sáenz Morales se convirtió en la primera mujer paracaidista de salto libre.

Hoy, el BIMFUSPAR forma parte de la Unidad de Operaciones Especiales del Alto Mando. Con más de 46 mil saltos efectuados y un índice de accidentes de apenas 0.004 por ciento, el paracaidismo naval se consolida como símbolo de disciplina.
En la sala de doblado, los veteranos siguen observando. Uno de ellos, de 72 años, se detiene frente a una mesa. “Me da una energía, una fibra que me inyecta juventud. Tengo 72 años y me siento con esas ganas de saltar, de estar en la Armada. Ya estoy retirado, pero me siento emotivo, emocionado de ver estas instalaciones”, dice.
SNGZ