DOMINGA.– Maribel Enciso vio el anuncio en redes sociales. Aparecía el rostro anónimo de una niña con un signo de interrogación en la cara. Era la presentación de un proyecto que combinaba técnicas de Antropología Física e Inteligencia Artificial (IA) para un análisis facial. Una mezcla que permitiría el desarrollo de un método eficaz para la búsqueda de menores desaparecidos, estimando su apariencia actual.
El Centro de Estudios Antropológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Ana Itzel Juárez y su equipo convocaron a la comunidad universitaria a la presentación en agosto de 2024. Llegaron decenas de estudiantes al auditorio de la facultad. Ana Itzel, adscrita al centro de estudios, explicó que había concebido un software con parámetros científicos, que se entrenará con la información genética de la población mexicana y desarrollará las trayectorias de crecimiento de los distintos segmentos del rostro.
El propósito es hacer la progresión de edad de un menor de edad desaparecido con ayuda de la IA, resumió. El software será gratuito y dijo que estaba en desarrollo, en una etapa piloto. Así que pidió ayuda de todos los presentes: que cada uno enviara fotos de distintas etapas de su vida para que el equipo pusiera a trabajar –o entrenar– a la IA. Pedirían lo mismo a familiares de personas desaparecidas: sólo así, con el paso del tiempo, la búsqueda de un desaparecido podría ser más efectiva.

Cuando terminó la explicación, Maribel Enciso alzó la mano. No era una estudiante ni profesora. Micrófono en mano, contó que buscaba a su hija María José desde hace más de 10 años. Todo el mundo escuchó a la mamá. En septiembre de 2010, estaba con su bebé en la óptica donde trabajaba en el municipio de Tecámac, Estado de México, cuando un hombre que fingió ser un cliente la atacó con un arma de filo. Maribel se desmayó y el sujeto se llevó a María José.
Fue robada, posiblemente, por una red de trata de menores. En el país, según el Comité de los Derechos del Niño de la ONU y la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), el crimen desaparece a niñas, niños y adolescentes con fines de trata y explotación sexual, sobre todo a mujeres, o los recluta para trabajar como halcones o sicarios, en el caso de los hombres.
Maribel dijo que oenegés le proporcionaron imágenes de progresión que no la convencían. Tenía mucha esperanza en este nuevo proyecto. Un día no lejano podría tener, por fin, una foto fiel a la edad actual de su hija: 15 años. Su voz se quebró y lloró. Con ella, el equipo de antropólogos y los estudiantes se doblaron también.
Maribel quería conocer a la responsable del proyecto. La tenía enfrente. Ana Itzel dice que tras escuchar el testimonio, tuvo su primera bocanada de realidad. Puso un pie fuera de la academia para enfrentarse al monstruo de las desapariciones. Le puso un rostro a las cifras que, hasta finales de junio de 2025, registraron 17 mil 886 menores desaparecidos en un país con más de 129 mil casos.
“No había dimensionado el impacto o el alcance que podría tener”, reconoce la antropóloga en entrevista con DOMINGA. “Nos sensibilizó mucho. Estábamos en el carril de la divulgación. Volteamos a ver más allá de Ciudad Universitaria”.
La idea que había nacido una década atrás, la de crear un software de progresión de edad, se había convertido en algo más allá de las aulas escolares. Si todo salía bien, ayudaría a familias con niños y adolescentes desaparecidos. Podría crear, también, un mapa geográfico de zonas rojas donde más desaparecen. Ayudaría, imaginó la antropóloga, a casos reales de desaparición forzada.

Una IA procesa fotos masivas de mexicanos desaparecidos
Su nombre es Proyecto Regresa. Un familiar podría proporcionar la última foto de su hijo desaparecido como imagen de referencia. El software hará la progresión: actualizar con IA ese rostro con la posible apariencia del presente.
Podrá ayudar a localizar a María José. Contribuiría también a la búsqueda de Michell Palacios Medina, desaparecida a los ocho años el 17 de mayo de 2017 en San Francisco Totimehuacan. Hoy tendría 16 años. La IA ayudaría a miles de mamás y papás que buscan a sus hijos desaparecidos. Redim ha afirmado en sus reportes que en México desaparecen 14 menores de edad cada día. No todos vuelven.
Desde el Centro de Estudios Antropológicos, la doctora en Antropología Ana Itzel Juárez hace una pausa a sus actividades académicas para explicar que, durante el crecimiento y desarrollo de un menor, su cara cambia mucho y de forma acelerada. Si desaparece siendo un niño o niña, las fotos de la familia se desactualizan porque crece. Muy probablemente, su rostro cambia radicalmente en poco tiempo.
Ana Itzel, esbelta y de cabello oscuro, habla del proyecto con el mismo entusiasmo de una madre cuando habla de su primer bebé. Explica que ella y su equipo, conformado por poco más de una docena de antropólogas y antropólogos físicos y sociales, se enfocan en la infancia y adolescencia, etapas en las que los segmentos del rostro sufren muchas modificaciones. En los adolescentes, cambia completamente su proporcionalidad. Todo se modifica: extremidades, tronco, rostro.
Ya existen, dice Ana Itzel, softwares de progresión de edad usados por las fiscalías de otros países con los fenotipos de sus poblaciones. Hasta algunas apps de teléfono envejecen el rostro. ¿Cuál sería la diferencia con el software del Proyecto Regresa? Que el algoritmo se entrenará con los rostros de la población mexicana.

Por eso presentaron el proyecto en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Necesitaban un banco de imágenes: conmovidos tras escuchar el objetivo, decenas de estudiantes dieron, al menos, dos, tres o más fotos en distintos momentos de su vida y, además, se les tomó una fotografía con su apariencia actual. Con este material, la Inteligencia Artificial puede iniciar su entrenamiento.
Y cuando se obtengan más imágenes de familiares de personas desaparecidas, la IA aprenderá el manejo masivo de datos: cargar, en este caso, miles de fotografías en progresión y hacer la proyección desde el nacimiento hasta la última etapa de vida. Para entender este ambicioso propósito, se debe partir de que los rostros de las personas son distintos dependiendo de su origen. Muchas veces los programas de cómputo se entrenan con bancos de imágenes de gente de países como Estados Unidos, Rusia, India, que poco o nada tienen que ver con el fenotipo mexicano.
No existen en el país, ni en ninguna parte, bancos de fotos de sus poblaciones y que, si el objetivo es la progresión de edad, permita enseñar a la IA cómo cambian las trayectorias de los segmentos faciales.
El proyecto de la UNAM busca que la IA aprenda los rostros y separe, por ejemplo, los segmentos que conforman la nariz, el mentón o la frente, para que reproduzca los ritmos de crecimiento, pues no todo el rostro crece de forma homogénea. “Los softwares que ahora existen trabajan, hacen la progresión, por ejemplo, del contorno del rostro y no de sus elementos”, contrasta Ana Itzel.
Otra diferencia en que su equipo hace su trabajo a partir de la ontogenia, es decir, el desarrollo de un individuo y con la variabilidad de la población genética.
Esta diversidad fenotípica es amplia en México y distinta de Canadá o Brasil. Y no es algo que tomen en cuenta los programadores o ingenieros cuando hacen un desarrollo similar desde su ámbito. Generalizan en las inferencias de tal manera que para envejecer trabajan, por ejemplo, con la textura de las fotografías: hiperpigmentan, marcan algunas líneas de expresión, ponen canas.
Ana Itzel quiere ir mucho más allá. “Partimos de que en México hay diversidad. La población no es una gran cosa homogénea”, enfatiza. Si alguien dice que existe un rostro del mexicano, es falso. Las personas son diferentes, por factores genéticos, ambientales, nutricionales y más. No son iguales en Monterrey, en el centro del país o en la costa de Guerrero o de Yucatán. Son diferentes los yaquis y tarahumaras, en el norte, a los mayas y triquis, en el sur.
La diversidad no es la misma a nivel fenotípico: coloración de piel, anchura de la nariz, forma del cabello, de las cejas. Ana Itzel quiere que Proyecto Regresa aprenda eso. Pero lleva su tiempo. El equipo va poco a poco. Primero empezarán a aprender la diversidad del centro de México.

Una joven antropóloga apasionada de la genética
Íker Ernesto Martínez Amaro era un bebé de dos meses cuando a su mamá se lo robaron en la alcaldía Iztapalapa, fue una señora que prometió regalarle una carriola. En 2025 cumplirá siete años.
Enterarse de estas historias conmociona a Ana Itzel: ella también fue una niña que, cuando tenía nueve años, ya sabía que quería estudiar Antropología. Mucho tuvo que ver que su familia era muy viajera: siendo una niña conocía el mundo a través de objetos en la casa de sus abuelos: un colorido collar de Tailandia, una matrioshka de Rusia, un pastillero de Florencia o un papiro de Egipto que le causaban fascinación.
Le daba mucha curiosidad notar que las personas eran, al mismo tiempo, muy parecidas y diferentes entre sí. ¿Por qué pasaba eso?, se preguntaba. En la preparatoria ya lo tenía clarísimo y más de un compañero se burló de ella por tener esa ambición. Poco le importó. Estudió en la ENAH, donde se especializó en Antropología Física, que crea puentes entre lo biológico, lo cultural y la diversidad de las personas. Estudió, al mismo tiempo, Historia en la Facultad de Filosofía y Letras.
En Antropología, se involucró en el área forense, pero su experiencia se enfocó en la variabilidad a nivel genético y molecular. No se conformó. Hizo una maestría en Criminalística en el Instituto Nacional de Ciencias Penales y después otra maestría y doctorado en Antropología en el Instituto de Investigaciones Antropológicas, también en la UNAM. Todo ese tiempo profundizó en la genética. Más exactamente, en los linajes maternos en otomíes, mazahuas y matlatzincas.
“Ahora pude compaginar esa formación criminalística y de temas forenses en una aplicación social”, dice con una enorme sonrisa de satisfacción.

Proyecto Regresa nació en 2014. Cuando terminó el doctorado y buscó una plaza en la UNAM; como requisito, le pidieron formular un proyecto en el área forense. Pensó en algún vacío de conocimiento para atenderlo y lo encontró: no existía un banco de imágenes de progresión de edad y hacer un software de ese tipo era una deuda pendiente en un país en el que la desaparición de personas aumenta día con día, como lo ha denunciado el Movimiento de Nuestros Desaparecidos en México.
Su propuesta fue un banco para actualizar un proyecto Caramex, creado en los años noventa, que trataba de generar retratos hablados de personas desaparecidas asistidos por computadora. En aquellos años, las caras de menores y adultos se difundían en la televisión y se pedía ayuda a la sociedad para encontrarlos. Ana Itzel proponía usar morfometría genética, una técnica que utiliza puntos de referencia (landmarks) para cuantificar y analizar los rostros.
Tuvo que guardar en un archivo el proyecto porque una de las críticas que recibió fue que era una locura procesar miles de imágenes: las capacidades de cómputo del momento no daban para tanto.
En 2022, la UNAM y Huawei lanzaron la convocatoria “Proyectos de investigación en Inteligencia Artificial en el Espacio de Innovación”, el cual, en su edición de ese año, buscó promover capacidades digitales y desarrollar proyectos basados en IA que atendieran un problema social en población vulnerable.
Uno de los invitados a participar fue el Centro de Estudios Antropológicos. Ana Itzel sacó su proyecto del cajón. Ya no era un problema el volumen de información, sino que las cifras de las desapariciones empeoraron todos los días.

“¿Por qué no trabajan, mejor, en evitar que los menores sean robados?”
Cuando se presentó esta nueva oportunidad ya era mamá y tenía amigas mamás con algún familiar que buscaban a un desaparecido. “Fue el motorcito interno necesario para tener empatía”, advierte. Un pensamiento recurrente surgió en su papel de mamá: ¿ella qué haría en un caso así? La sola idea la aterra.
Se puso a investigar. Nadie había hecho al ambicionado software. Actualizó la metodología. Ganó la convocatoria y, desde entonces, no ha frenado el desarrollo. Las cosas se compaginaron mejor. Hace 10 años no existía en la UNAM, como ahora, la licenciatura en Antropología: así que los egresados ya pueden ser capacitados en el tema y ellos, a su vez, capacitan.
Ana Itzel conformó y lidera el equipo que se ha capacitado en IA. Son antropólogos, algunos de ellos en formación, además de fotógrafos y expertos en redes neuronales. Está Claudio Toledo, integrante del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. Emiliano Zolla vinculará el proyecto con la Universidad Iberoamericana. Salma Pardo es asesora científica. Iván Castorena montó el protocolo fotográfico.
También están: Yaelinne Castro, Gabriela Pardo, Aldo Gutiérrez, Pablo Otero, Evelyn Rico, Eduardo Durán y Ángela Castro, encargada de la logística del proyecto.

Para lograr un banco de imágenes con el cual entrenar a la IA, se desarrolló el protocolo de retratar a las personas que quisieran participar. Después lanzaron la invitación-convocatoria de agosto de 2024 a la que asistió Maribel Enciso. A partir de ahí, decenas de estudiantes de licenciatura y posgrado fueron retratados y entregaron sus fotos que han ayudado a que la IA aprenda la progresión de edad.
La ‘Gaceta Políticas’ cubrió el evento e informó que el proyecto “está generando un algoritmo capaz de hacer una proyección de cómo se verá el rostro de un niño en cinco o 10 años”. Después, los buscó TV UNAM, donde se resaltó que sería el primer software con imágenes de población mexicana. Más tarde, en noviembre, el portal de Ciencias UNAM también se interesó y, al poco tiempo, algunos medios más. Un día de esos, Ana Itzel leyó un comentario en redes sociales: “¿Por qué no trabajan, mejor, en evitar que los menores sean robados?”.
“Me encantaría no tener que hacer este desarrollo, pero las cifras de desaparecidos son alarmantes. El problema está casi en el abandono y las familias siguen en condiciones de total precariedad”, expresa Ana Itzel en referencia a las denuncias de abandono institucional de las madres buscadoras.
Como parte del proceso, ella y otras integrantes han sido voluntarias en las jornadas de búsqueda que se realizan en el Ajusco y cerca de Toluca, pues los colectivos consideran que, por ser zonas despobladas, son escenarios ideales para enterrar cuerpos. “Ver a las familias sin apoyo, cooperar para la comida, buscar en condiciones precarias, dice, me partió el alma”, exclama.
Lo tiene claro: que la ciencia sea para la ciudadanía. Que se democratice. “Hay que salir del ego y las discusiones académicas”, clama
Después de la presentación en la facultad, cinco familias con menores desaparecidos se pusieron en contacto. Siendo honesta, Ana Itzel no pensó que el Proyecto Regresa tendría difusión, pero confiesa que eso la puso muy contenta, el objetivo es llegar a quienes lo necesitan: las madres buscadoras y familiares de menores desaparecidos. Llegado el momento, el equipo aportará las imágenes para las búsquedas.

Proyecto Regresa incluirá una cartografía de los desaparecidos
El proceso ha sido lento. Ayuda mucho la perseverancia y aferrarse. La convocatoria de agosto pasado logró el ambicionado banco de imágenes. Por ahora son unas decenas, pero con eso ya se puede trabajar. El software está en fase de entrenamiento. Esperan pronto salir de la fase piloto y entrar a los casos reales.
Maribel Enciso tiene progresiones de su hija María José hechas gracias a oenegés de Brasil y Estados Unidos. Entre sí no se parecen en nada, dice Ana Itzel, nada a alguien que encontrarías en México. “No están hechas con la variabilidad de nuestra población”, concluye. Para eso se hacen los pilotos.
La IA, por su parte, ayuda a automatizar procesos, a hacerlos eficientes, encuentra patrones. Aprende rápido. Pero lo demás sigue siendo humano y artesanal. Ellas y ellos le enseñan la máquina. No al revés.
Mientras más imágenes se tengan, mucho mejor se puede hacer la inferencia del rostro de una persona desaparecida. La IA creará una red neuronal o, dicho de otra manera, una malla de puntos que representa las estructuras anatómicas del rostro, que determinará la progresión. Los puntos se mueven y simulan el crecimiento. A partir de ahí, ya se vuelve a trabajar con la imagen original de las personas.
“Es complejo. Es aprendizaje profundo, son muchas capas que la máquina tiene que desarrollar e hipótesis que debe confrontar para tomar decisiones. Al final, eso es lo que hace”, señala Ana Itzel.
–¿Impacta más que un familiar se enfrente a una progresión más fiel?
–Nosotros le llamamos reparación moral. Que una imagen pueda servir de aliciente para continuar la búsqueda. Que ayude en lo moral.

El siguiente paso será trabajar con las familias para hacer una cartografía participativa. Quiere decir que ellas proporcionarán información para generar un mapa geográfico de zonas rojas al que se sumarán factores de riesgo y la situación sociodemográfica familiar. La idea es crear un instrumento que ayude a las autoridades a tomar decisiones y que, en la Zona Metropolitana del Valle de México, para empezar, se visualicen las regiones con más desapariciones.
Para esto, el equipo se enfrentaría a otro reto: hacer etnografía, que es un método de investigación para estudiar las formas de vida de grupos sociales, con encuestas y cuestionarios desarrollados. Con esto, subraya Ana Itzel, se puede conocer el contexto real de las personas que están en las cifras de desaparecidos. Destaca: “Queremos hacer una investigación estructurada. Entablar una comunicación respetuosa y sensible con las familias. Quienes tienen la mayor experiencia son ellas”.
La buena y enorme noticia es que, a mediados de junio, el proyecto ganó la convocatoria de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación para proyectos de investigación humanística. Con ese apoyo, se puede ampliar el banco de datos, hacer trabajo de campo, hacer equipo fotográfico, tener viáticos para alimento.
Cuando supo la noticia, lo primero que hizo Ana Itzel fue avisar a Maribel que el proyecto será, pronto, una realidad y que el suyo es el primer caso del Proyecto Regresa. Maribel y las otras familias deberán esperar unos meses. “Si logramos que una sola persona regrese, valen la pena los años de esfuerzo”.
GSC/ASG