Durante 65 años, Don Cresencio vivió sin nombre en papel. Sin acta de nacimiento, sin CURP, sin derecho a atención médica. Invisible para el Estado, pero muy presente en las calles de la Ciudad de México, donde se gana la vida boleando zapatos con dignidad, pese a las adversidades.
Hoy, ese mismo brazo con el que ha trabajado toda su vida está en riesgo, pues un tumor de gran tamaño amenaza con arrebatárselo.

Fue recientemente valorado en el Hospital Rubén Leñero, pero los médicos explicaron que no pueden intervenir: necesita un oncólogo, un especialista que solo se encuentra en hospitales más grandes.
“Si, triste por lo que me dijeron… que me iban a quitar mi brazo. Pero no… yo quiero que me lo rescaten”, dice con voz quebrada Don Cresencio, aferrándose a la esperanza.
Autoridades ya atienden a Don Cresencio
Él no está solo. Desde hace años, un policía capitalino, Marcial Juárez, lo acompaña. Se conocieron cuando Cresencio le boleó los zapatos. Desde entonces, lo lleva de hospital en hospital, golpeando puertas que durante años permanecieron cerradas.
“Nos dicen que en el Rubén Leñero no pueden hacer esa operación, se necesita un oncólogo. Nos van a canalizar, pero aún no sabemos a dónde”, cuenta Marcial, quien tomó su cuidado como un acto de justicia y humanidad.
IMSS-Bienestar ya tomó su caso. Lo canalizarán, posiblemente, al Hospital Juárez o al Hospital General de México, pero el tiempo es crucial, y la incertidumbre pesa. La esperanza se mantiene viva, pero también el temor.
“¿Con qué voy a trabajar si me lo quitan?”, repite Don Crescencio. “No, mi brazo no… Yo quiero que me lo rescaten”.
Don Cresencio: una historia de abandono
Su historia no solo habla de enfermedad, sino que también habla del abandono. De cómo miles de personas mayores, sin documentos, sin familia, sin redes de apoyo, sobreviven día a día en una ciudad que muchas veces los ignora.
Don Cresencio no pide caridad, pide lo justo: salud, dignidad y la oportunidad de seguir trabajando con el único brazo que tiene.
“Si algún doctor me puede ayudar, que me rescate mi brazo… porque no puedo estar así. Me voy a sentir muy mal.”
Esta es una historia que duele, pero también es una historia que puede mover conciencias porque ningún mexicano debería pasar 65 años sin ser visto, porque nadie debería rogar por el derecho a la salud.

MML