Después de la derrota en las elecciones presidenciales del 2018, la oposición a MORENA no ha encontrado una forma efectiva de plantear un discurso alterno al de Andrés Manuel López Obrador, no cuentan en este momento con figuras clave que hagan contrapeso al Presidente y que puedan aspirar a una candidatura fuerte a la presidencia en 2024.
Ante ese vacío, Ricardo Anaya había comenzado poco a poco a volver al plano político y ser la figura más visible de la oposición, pero en un hábil movimiento desde la presidencia parece que lo han neutralizado.
En días pasados se dio a conocer una acusación hecha por Emilio Lozoya en contra de Ricardo Anaya, que señalaba haber entregado a través de intermediarios sobornos provenientes de la empresa Odebrecht, como pago por aprobar la reforma energética.
Acusación que si bien Anaya ha negado, sentó muy mal a la opinión pública que después de la misma haya decidido huir del país y que declarara que hará una pausa en sus actividades políticas, presentándose como perseguido del régimen actual.
En un país como el nuestro la construcción de un caso es posible, pero si Anaya estaba seguro de su inocencia por qué huir y arriesgar su credibilidad, ese hecho deja dudas sobre su inocencia y en el peor de los casos puede dañar de manera fatal sus posibilidades de presentarse de nuevo a la presidencia en 2024.
Si asumimos que los actos de los que se le acusan son ciertos, no sólo contribuye al combate a la corrupción, sino que también es una buena jugada de ajedrez por parte del gobierno, que descarrila con tiempo al candidato de oposición más visible, lo cual obligará a partidos como el PAN, PRI, PRD o Movimiento Ciudadano a construir candidaturas en tiempo récord y asegurarse de que no tengan esqueletos guardados, que puedan ser utilizados por el gobierno para sacarlos de la contienda como lo hicieron con el propio Anaya, a partir de investigaciones por actos de corrupción.
@victorsanval
