Olga María Sánchez Cordero es una de las juristas más respetadas en México, con una larga carrera en la academia y en el poder judicial, que le permitió desempeñarse 20 años como Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y dejar un importante legado en el tribunal más importante del país.
Por ello, cuando fue nombrada como Secretaria de Gobierno de la actual administración federal, la noticia fue recibida con agrado por la mayor parte de los analistas.
En ella se veía a una operadora fuerte, con solvencia moral y con conocimientos detallados del marco legal, para conducir las reformas legales que necesitaba el Gobierno Federal y para negociar acuerdos con los diversos actores políticos.
Sin embargo, ha bastado menos de un año para que se desdibuje la imagen de Olga Sánchez Cordero; ya que no sólo no ha logrado desempeñar su papel de figura fuerte en el gabinete, sino que en la práctica, parece no tener peso alguno en las decisiones del Gobierno; ha sido marginada de algunos temas que le corresponden a su dependencia; en las conferencias de prensa mañaneras ha tenido un papel casi ornamental y lo peor de todo, el Presidente ha salido a contradecirla en público.
La reputación es un bien inestable, que puede dañarse de forma irreparable en muy poco tiempo y en este momento, Olga Sánchez Cordero debe elegir entre renunciar a su cargo y conservar la buena imagen que ha construido a lo largo de varias décadas de carrera profesional o arriesgarse a sufrir daños permanentes a su imagen, que con el paso de los meses se va deteriorando.
Lo anterior debido a que los humanos solemos recordar las últimas acciones relevantes de las personas para juzgarlas y no toda la película completa, de tal forma que, una larga carrera judicial podría terminar siendo opacada por un gris y errático desempeño en la Secretaría de Gobierno y creo que Olga Sánchez Cordero no se merece eso, y quizá, sea tiempo de considerar dejar el gabinete, para regresar al Senado y a la vida académica.
@victorsanval
