En 1911 el politólogo alemán Robert Michels desarrolló una teoría que explicaba el comportamiento de las cúpulas de los partidos políticos, a la que bautizó como la ley de hierro de las oligarquías que se resumen en lo siguiente:
“Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad de la masa y se digan revolucionarios, pronto se emancipan de esta y se vuelven conservadores.
Siempre el líder buscará incrementar o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales”.
Dicha frase describe a la perfección el comportamiento de Alito Moreno y de su grupo cercano, que a pesar de las constantes derrotas en los últimos tres procesos electorales, modificaron las reglas a modo para perpetuarse en el poder, haciendo uso de los delegados que controlan, aunque las bases partidarias y la sociedad les exigen un cambio.
El PRI debe renovarse para volver a captar la simpatía de los electores, debe buscar apuntalar nuevas banderas, acercarse a diferentes grupos ciudadanos y analizar a fondo su forma de operar e incluso su propuesta ideológica.
Al tiempo de darle paso a sangre nueva en las candidaturas.
El cambio tiene que ser en serio para que la ciudadanía lo arrope, pero eso francamente se ve imposible si Alito Moreno permanece al frente PRI, porque es una figura mal vista por los electores, que le resta y debería tener la madurez para entenderlo y dar un paso a un lado, pero el poder es adictivo y como Robert Michels lo plasmó hace más de un siglo, a Alito no le importa hacerle daño al PRI, solo le importan sus intereses personales.
El PRI nacional debe voltear a ver al PRI Coahuila, pedirle consejo al Gobernador Manolo Jiménez, de como impulsar campañas que involucren a la sociedad civil, que transmitan una imagen de cambio, que haga que el proyecto nacional tenga viabilidad futura, porque el cambio en ese partido debe surgir de los componentes que han demostrado éxito en los últimos años.
@victorsanval
