Ellas, por espacio de un año aproximadamente, se esconden, se refugian sin avisar y esperan el momento para volver a hacer acto de presencia. Unas invitadas sorpresa que siempre llegan sin ser invitadas a nuestros hogares. Son como las personas que se quedan más tiempo del debido y dejan huella.
Desquician el entorno familiar al grado de, en algunas ocasiones, provocan más drama que un episodio de telenovela y en otras pueden generar conflictos que, de no encontrar pronta solución, llegan a alcanzar el nivel de una crisis mundial en el propio hogar.
Irrespetuosas como pocas, castigan las casas grandes y pequeñas, demostrando una vez más que la naturaleza no hace distingos para hacerse presente y actuar.
En un rincón están los quejumbrosos que sufren con su presencia molesta, y en el otro, los estrategas económicos de casa que sacan pluma y papel para calcular los costos y presupuestos para su atención antes de que la situación se vuelva caótica.
En plena madrugada, sin previo aviso, aparecen como si fueran bromistas invisibles que disfrutan interrumpir nuestro sueño. Nos recuerdan que estos días no solo traen frescura, sino también la molestia de ver permanentemente nuestro cielo revisándolo sí, pero también implorando que se vayan, a pesar de que sabemos bien que han llegado para quedarse.
Sobre nuestras cabezas como una orquesta privada improvisada de tamborileros, nos hacen bailar al ritmo de los sonidos generados al caer sobre el suelo; en el mejor de los casos, en otros, los muebles y aparatos electrónicos son el blanco de los misiles líquidos.
Alcanzan cualquier rincón de la casa, paradójicamente menos el que casi no ocupamos, así de cruel y bromista es el destino. Siguen y siguen a la par de las lluvias, nos dan un respiro cuando el buen tiempo se impone, pero solo por unos días en esta temporada.
Es aquí donde viene la pregunta que todos nos hacemos, ¿Lluvias o no lluvias, eh ahí el dilema?.
No es solo agua lo que gotea; son los cambios en los planes del día a día y del fin de semana que se posponen, las horas de sueño perdidas y las preocupaciones que se acumulan como charcos en el piso.
¿Quién diría que unas simples gotas podrían causar tanto revuelo en nuestros hogares?
