El próximo domingo ocurrirá la primera consulta popular en México; es una lástima que esta oportunidad se desperdicie entre la mezquindad del partido en el gobierno que se va anotar una goleada en una portería sin rival y con estadio vacío. La pregunta es muy boba y el resultado es previsible e intrascendente.
Me interesó leer a personas inteligentes que defienden la consulta y haciendo a un lado la zalamería hacia el presidente y las toneladas de rencor, solo encontré como argumento válido: “el derecho que tiene el pueblo a participar en las decisiones políticas del país”. Le llaman “democracia participativa” pero la del 1 de agosto es solo una ocurrencia porque no va acompañada de un proceso, método, presupuesto y consecuencias. Sería sensato voltear los ojos hacia Chile que actualmente está inmerso en la instauración de una nueva Constitución con base en las consultas populares. En Chile las tensiones políticas se desbordaron en octubre de 2019; en noviembre se logra el acuerdo de paz que plantea la nueva Constitución.
En diciembre se hacen reformas y en marzo de 2020 se convoca a la consulta popular; ésta se celebra el 25 de octubre. Fueron dos preguntas concretas: “¿quiere usted una nueva Constitución?”, y “¿qué tipo de órgano debiera redactar la nueva Constitución? Se optó por crear una Convención Constitucional cuyos miembros (150) fueron electos el 16 de mayo de 2021 y tienen un plazo de nueve meses para redactar la Constitución nueva que será sometida a otra consulta popular a principios de 2022. La consulta popular en Chile es ordena y progresiva. Su objetivo es construir para el futuro no el desagravio popular del pasado.
Tomás Cano Montúfar