El verdadero poder de un Congreso radica en su facultad exclusiva para aprobar el presupuesto. En el papel los diputados tienen la última palabra sobre el uso que deberá dársele al dinero público del estado. Pero la LXIV Legislatura de Hidalgo que en 12 días termina su periodo, demostró que quiso ejercer ese poder pero sus limitaciones técnicas y políticas terminaron por ceder esa facultad al Poder Ejecutivo, como ha sucedido por décadas.
Esta Legislatura dominada por los diputados de Morena intentó modificar el presupuesto a sus criterios, pero su ineptitud y posteriormente su desidia trascurrió en que la legisladora final del presupuesto seria Jessica Blancas, la secretaria de Finanzas del Gobierno del Estado.
En el primer año y con el ímpetu de ser mayoría, el grupo de Morena supuso fácil mover 750 millones de pesos para obras alineadas a sus necesidades electorales. Así lo decidieron. Pero no fue posible despacharse con esa cuchara tan grande porque se toparon con un muro llamado orden. Las finanzas públicas son una especialización que se rigen con bases objetivas. Cuadrar los números no es un acto de voluntad, es trabajo minucioso.
Quisieron ejercer su poder, pero no supieron cómo hacerlo. No volvieron a intentarlo; para el segundo y tercer año, los presupuestos fueron aprobados tal cual fueron enviados como iniciativa del Gobernador. Con la paciencia de un santo, la secretaria de Finanzas tomó el tiempo necesario para explicar a los diputados que quisieron escucharla, los detalles y las partes clave de un presupuesto. Hizo política. Para incidir realmente en un presupuesto debe existir trabajo técnico durante todo el año y no una lectura rápida antes de aprobarlo. Lo demás es demagogia.
Tomás Cano Montúfar