Encuentro con mayor frecuencia a personas preocupadas que se hacen preguntas sobre el rumbo que debe tomar la humanidad, la sociedad, el gobierno o la nación. Percibo que la pandemia nos ha puesto sensibles y ante su amenaza, le queremos tomar sabor, sentido a la vida.
No es la imaginación, el temor o emociones de una persona o grupo; en realidad están ocurriendo cosas diferentes en esta época.
Ante ello, buscamos respuesta, no aquellas que usuales responde la ciencia con su lógica y método, sino las verdaderamente difíciles; las que requieren la sabiduría íntima de los humanos. Las que surgen del ejercicio de pensar, de la filosofía, pues.
En su libro La República Platón le reprocha a su maestro Sócrates que “cuando el pueblo tiene hambre, la filosofía es accesorio” y el responde con una larga de cadena de preguntas, la primera de ellas para devolverle el reproche: “¿…. y porque tiene hambre el pueblo?; ¿cuándo encuentre alimento, ya no tendrá preocupaciones? Es decir, superando los retos básicos vendrán nuevos complejos y superiores.
A las personas que se formaron con referencias sólidas les incomoda las alteraciones sin motivo. Les duele que las cosas que ayer eran, hoy ya no las sean. Que los cambios lleguen sin avisar, sin prepararse y sin destino. Le reclaman un fraude a la vida: Porque tenía que llegar a ser Presidente ( Trump ) un personaje vulgar, ignorante, prejuicioso y con mil defectos, cuando ese sitio estaba reservado a la encarnación de símbolos ejemplares.
La filosofía ayuda a comprender lo que ocurre. Con facilidad vence dogmas y derriba mitos. Detenerse a pensar es entregar oxígeno a la inteligencia. Ahí está el baúl de las respuestas.