El voto útil es una acción de última hora para modificar la posible trayectoria ganadora del adversario político. Es muy característico de sociedades desarrolladas en donde los ciudadanos sin partido toman la iniciativa para evitar los riesgos que representan determinados candidatos o partidos. Es común que se llame al voto útil en contra de los radicales.
Es también habitual cuando la elección llega a significar un ejercicio plebiscitario para el partido gobernante. Sus posibilidades de éxito son, como la democracia misma, inciertas. El llamado al voto útil está fuera del control de los partidos involucrados en la contienda formal. Su objetivo es único y finito pero sus efectos políticos alteran los tableros más allá de la contienda inmediata. Significa un arma de defensa de los electores en contra de los partidos corporativos, hegemónicos y dominantes. El voto útil es una reacción de salvaguardia. Es la suma de los dispersos, de los cautos y solitarios que saben del valor de su voto.
Nace de una evidente división; de dos fracciones con fuerza e impulso suficientes para sobreponerse a la otra. Para convocar al voto útil fue necesario de un balance entre las opciones y hacer la fuerza necesaria para inclinarlo hacia el mejor evaluado. No importa la ideología porque impera la oportunidad de evitar el daño mayor que representa un adversario igual de fuerte.
Quienes llaman al voto útil se han resignado a un mal menor antes que ceder la vía abierta a tormentas quizá vitalicias. No jugaron en las filas de los partidos porque no son sus espacios cotidianos pero acuden a la opción que abre la democracia para alcanzar un equilibrio sano en la sociedad.
Tomás Cano Montúfar
