Las municipales son elecciones en donde la pasión sube a niveles estridentes. Como no serlo si los candidatos y sus planillas son los parientes, amigos, excompañeros de la primaria o simplemente vecinos. Son elecciones de pureza ciudadana. Los ganadores representan cada uno, una historia personal. Cincelada con su propia historia de vida, el personaje moldea con sus manos y entendimiento lo que será la figura política del próximo presidente municipal.
Concluida la elección de Hidalgo se hace transparente el sello: se eligen a personas, antes, mucho antes que el color del partido que las postulan. Por esta razón se entiende que partidos nuevos son mínimo arraigo y causa obtuvieran sonados triunfos en una demarcación específica. Fueron victorias de los candidatos que usaron la plataforma con un aparente beneficio mutuo. En Hidalgo participaron 11 partidos y 10 de ellos obtuvieron triunfos, pero no es verdad que existan en el estado 11 diferentes formas de pensar representadas en una afinidad ideológica.
En realidad son 84 historias diferentes, una por cada municipio. Algunas de ellas inverosímiles como en Zimapán, Tianguistengo e Ixmiquilpan en donde tres hermanos sucederán a sus hermanos. En Ixmiquilpan se hilará una cadena de tres hermanos consecutivos en encabezar el ayuntamiento en una contienda en donde 5 partidos tuvieron una jornada competitiva y cualquiera de ellos pudo ganar.
O el caso de Cuautepec en donde Manolo Rivera ganó la presidencia municipal por tercera ocasión, lo que debe ser una gran satisfacción porque refrendar así a un político es, en los tiempos contemporáneos, una excepción.