¿Saben con qué no puedo? Con quienes escriben una nota o hacen un video planteando una pregunta para generar interacción, aunque sepan perfectamente la respuesta.
Esa gente que disfraza el morbo de información o que piensa que aquello que más enojo o curiosidad provoque en redes, vale más que la propia verdad.
Odio cuando eso se hace bajo el disfraz de periodismo.
Si dijera: “Ahí va el chismecito”, no tengo problema. Pero jugar a que están haciendo breaking news con un rumor —que puede quedarse meses ahí, fingiendo ser noticia— sí mata un pequeño fragmento de mi fe en nuestra capacidad de entender la información.
Porque lo que parece un juego inocente, al final no lo es.
Ya sea en los medios que cubren farándula o en la geopolítica, la verdad no está sujeta a votación en redes sociales.
Hoy, gobiernos enteros toman decisiones basadas en lo que creen que generará más likes. Y esos likes, tristemente, sí llegan a convertirse en votos al final del día.
Así que, empezando por esta fuente, se vale llamar la atención pero no jugar con los hechos comprobables.
Tal vez sea buena táctica esconder la información útil entre seis anuncios de seguros y un video de gatitos, pero si el mensaje es: “Cuidado con las zonas que pueden inundarse”, se necesita decir: ¡párenle ya!
Sabemos que muy pronto será prácticamente imposible distinguir lo que es cierto de lo fabricado con inteligencia artificial. Pero, si no hemos aprendido a no jugar a las mentirillas desde antes, ¿qué esperanza nos queda?
