En la avenida Juárez, el hotel Regis se derrumba en medio de su mortal estruendo y engulle las vidas de muchos, incluido un policía federal de Sinaloa que seguía una investigación del tema de aquellos y estos días.
La polvareda, el crujido de piedras, de vidas más allá de los huesos, eleva desde temprano un crepitante lamento conforme avanza la mañana después de las 7:19 extendiéndose por calles y avenidas inesperadamente sacudidas como no sucedía ni desde 1460 cuando hasta Moctezuma Ilhuicamina se dio cuenta de la orfandad de cualquier poderoso hijo de Tlatoani ante el inmenso misterio de la naturaleza o de las oscuras fuerzas adversarias conspirando contra vidas y prestigios.
El orgulloso edificio Nuevo León trágicamente colapsa. Queda imposiblemente reducido a una destrozada caja de cartón-concreto, es como un juguete destruido por un gigante de 8.1 grados pisoteando la capital nacional, sin respeto alguno a cualquiera de las tres culturas celebradas en la plaza visible antes del terremoto desde el balcón donde ahora se derraman trapos, fotografías, añicos de muebles.
Los edificios de explotación y trabajo de Tlalpan donde laboraban las costureras sin permiso de ir al baño, derrumbados. Exhiben cortinas fantasmalmente flotantes por el viento nocturno. Antes, en un cuarto piso. Ahora, un sándwich de varillas retorcidas y ladrillos reducido todo a uno solo. Comienzan a acomodarse modestos ataúdes de pino en la calle, en espera de su contenido mientras los rescatistas intentan lo suyo.
Todas las víctimas se agregan al camposanto al aire libre, sombrío y gigantesco que es el ex parque Delta de béisbol que en las primeras 48 horas ya reúne más de 3 mil 500 cadáveres. Todo esto lo vi y lo cubrí como reportero; aún regresa en pesadillas.
La antigua Secretaría de Comercio sobre la avenida Cuauhtémoc desaparece perdida en la memoria. Dos generaciones tienen a 1985 como una leyenda trágica reanimada por el increíblemente coincidente sismo del mismo día 19 de septiembre de 2017. Una quinta parte de la magnitud de aquel.
A cuatro décadas, otros sismos. La captura de Hernán Bermúdez Requena, ex secretario de Seguridad de Tabasco, acusado de liderar al grupo criminal La Barredora, representa una sacudida contra la corrupción. La presidenta Claudia Sheinbaum recordó que Andrés Manuel López Obrador ya había solicitado la destitución del nuevo inquilino del Altiplano. Temblor político con resabios de muchos priistas readaptados y recolocados por el Obradorismo. Las acusaciones sísmicas contra funcionarios de la Marina por participación en esquemas de huachicol fiscal extienden brazos telúricos en las fuerzas armadas.
En 1985 López Obrador trabajaba en el Instituto Nacional del Consumidor en Tabasco. Sheinbaum estudiaba Física en la UNAM. Clara Brugada —hoy encabeza en CdMx el simulacro nacional desde la sala de crisis del C5 para reforzar el aprendizaje ante las sacudidas tectónicas—, en Iztapalapa, era activista/catequista comunitaria en favor de la acción barrial. Los temblores siguen, de muchas formas.
