Las encuestas no logran ya determinar las preferencias de los ciudadanos. O sea, que cada vez es más difícil predecir los resultados de una elección o de un plebiscito. La gente no responde honestamente, o cambia de opinión en el momento mismo de votar, o rechaza a ser consultada, o no sabe todavía cuál es su candidato favorito. Dicho de otra manera, es posible, aparte de probable, que acontezca lo increíble, a saber, el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos.
Sería algo así como el fin del mundo, señoras y señores, pero la historia de la humanidad no es un relato lineal, constante, seguro e inalterable sino todo lo contrario: un azaroso encadenamiento de acontecimientos que, muchas veces, son totalmente inesperados y sorprendentes, aparte de significar flagrantes retrocesos. ¿Hubiéramos imaginado la oleada de conservadurismo que observamos en estos momentos? Y, ¿qué decir de la feroz intolerancia de tantísima gente hacia quienes no comparten las mismas ideologías o creencias? ¿Se podía siquiera concebir que en Venezuela habría de instaurarse un régimen tan destructivo, capitaneado por un sujeto tan asombrosamente esperpéntico? ¿No es absolutamente increíble la mera llegada de Trump al lugar donde se encuentra en estos momentos, a un paso de conseguir la presidencia de la nación más poderosa del planeta y sin que nadie haya podido detenerlo? La avasalladora popularidad de Vladimir Putin, ¿no es también un fenómeno increíble? ¿Alguien logró pronosticar que Nigel Farage, el tipo que vomitaba unos discursos desatadamente ofensivos en el Parlamento Europeo y que lideraba en el Reino Unido el movimiento para el Brexit, iba a consumar sus perjudiciales designios? ¿Es entendible que millones y millones de mexicanos, beneficiándose precisamente de las bondades de nuestra democracia, así de imperfecta e incompleta como pueda ser, rechacen ese sistema de gobierno?
Algunas cosas ya no acontecerán nunca jamás: es imposible que Alemania y Francia se enfrasquen en otra guerra. Tampoco Dinamarca será sojuzgada nunca por un dictador. Pero, Trump ya es candidato. Y, así como ocurrió el Brexit —que no se vaticinaba—, este hombre a lo mejor nos dará la sorpresa de nuestras vidas.
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