“Los entes eternos, en cuanto eternos,
no están en el tiempo; en efecto,
no están abarcados por el tiempo
ni su ser es medido por el tiempo”.
Aristóteles
“El arte no es una carrera de caballos”.
Juan Antonio Lira Aguirre
Todos seguramente hemos tenido un amigo que nos devela el mundo que nos interesa. Puede ser la música, la poesía, la literatura, la filosofía, el conocimiento.
Sí. Consideramos a ese amigo un genio. Nos cita algún pasaje de esa inigualable novela escrita por Dostoievsky, Crimen y castigo: “Había estado pensando en concretar aquello”.
El misterio, siempre el misterio es lo que hace distinto al arte. En la música Génesis, Jethro Tull, el desarrollo histórico de los universos sonoros, desde la antigüedad hasta el siglo XX.
Juan Antonio Lira Aguirre, el doctor Juan Antonio Lira Aguirre, fue para mí ese gurú que me develó, sin mayor requisito que el de ser su amigo, los grandes misterios del arte.
Para mí fue un genio. De su muerte no quiero hablar, a pesar de que la muerte fue en muchas ocasiones nuestro tema de conversación. Él me heredó el gusto por la mejor música, la mejor literatura.
Aún recuerdo una de las últimas pláticas que sostuve con él, en la que desglosó, con esa voz poderosa, de bajo profundo, a los filósofos de la cristiandad: “Santo Tomás tenían una visión científica de la religión, para San Agustín, era la fe la que contaba”.
Me recomendó libros esenciales y acotó: “Esto no te lo enseñan en ninguna escuela, yo lo sé porque me di a la tarea de investigar”.
Es verdad. Nuestra naturaleza finita no nos permite ser dioses. Somos humanos y estamos destinados a la muerte. Pero si algo puede salvarnos, es el haber dedicado nuestra vida a lo que nos interesa. El haber sorteado el mundo de las imposiciones, los intereses políticos.
Antonio Lira era un artista en toda su extensión. Un esteta de nuestra contemporaneidad. Gracias, Toño, por tu amistad, aunque eventualmente me hayas corrido de tu mesa donde disfrutabas de un café y un libro. Gracias.
