“¿Y si meditas?”, me pregunta una aplicación que bajé en el segundo mes de confinamiento. No entiendo si me invita a meditar o simplemente es una pregunta al aire en un tono medio juzgón porque sólo lo usé por un mes y después sentí que ya no era necesario contar con la app. La cosa es que no, no he meditado.
El tiempo que destiné para desarrollar aquellas noveles aptitudes lo invertí en leer los libros que se quedaron a medias con el tiempo. Así terminé varios y ordené la colección de novelas gráficas que también sumaron más números con el tiempo.
En ese ritual de adquisición llegué a Vernon Subutex I de Virginie Despentes y las noches se han vuelto un mar de risas. No recuerdo la última vez que un libro me había hablado tanto. Esas apariciones de magia que a uno le acontecen cuando se entrega a las lecturas.
La app de meditación me dijo que mantuviera un mantra pero dentro de mí existe una comedia natural que sólo me recuerda la frase de Homero Simpson, el hereje justo cuando me acuesto a dormir: “soy un pastelito horneado de canela”.
La comedia es el escape más efectivo por siempre y no encuentro mejor ejercicio de mindfulness que adentrarme en la Francia del nuevo milenio, en el choque de formatos musicales físicos vs los digitales. En una historia donde el protagonista camina por el tiempo y observa cómo sus amigos ganadores y fracasados, compran casas, cambian de hábitos, o simplemente mueren.
Vernon Subutex fue escrita por la misma autora y directora de la adaptación de Viólame (Baise mois, 2000), la película de ultravenganza femenina que normalmente pasaban en la televisión en un horario que no era habitual para las películas de venganza.
El culto del filme era frenético y poco justo en cuanto a la historia de Virginie Despentes, de quien nadie sabía nada, pero ella misma había sido víctima de violación y ejerció la prostitución cuando era joven.
Éste primer libro de la trilogía del mismo nombre me hace dudar cada día que una app me pregunta (o juzga) si he meditado. ¿Quién hace esas preguntas? La cosa es que no, no he meditado, pero sí sigo leyendo Vernon Subutex mientras olvido los mantras que nunca se van de los Simpsons y formo el mío que justo digo cuando cierro el libro y me acuesto en las sábanas: “soy un papel Zig-Zag que flota en un río de agua mineral Topo Chico”.