Nunca he sido priista ni pienso serlo, pero siempre he creído que dicho partido, en su momento, hizo una importante contribución a la estabilidad social y el desarrollo del país. Me parece incluso que, bien dirigido (lo cual no es fácil), todavía hoy podría ser un factor clave para avanzar en una agenda progresista y libertaria, junto con otros partidos, en este caso de izquierda. Por eso no es cualquier cosa quién lo va a dirigir, aunque se sabe que el Presidente en turno, si es de ese partido, desempeña un papel clave en su orientación. Todo está, me parece, en que el PRI recupere algunos de sus genes, al parecer extraviados en medio de la corrupción, la ineficacia y la búsqueda desesperada de una legitimidad perdida.
Al respecto, una posibilidad es la reciente iniciativa presidencial para eliminar diversas formas de discriminación ligadas a las preferencias sexuales de las personas. Por las razones que se quiera, el presidente Peña Nieto decidió presentarla. En lo personal, creo que es una de las mejores iniciativas que ha tenido este gobierno, por lo que significa en materia de respeto a los derechos humanos y a la necesaria laicidad para enfrentar un tema que dice mucho acerca del tipo de sociedad tolerante e inclusiva que muchos queremos. Es, por lo demás, una medida que nos pone del lado correcto de la historia y de las naciones avanzadas, no de las retrógradas y retardatarias.
Pero, oh triste destino el nuestro. La iniciativa, que en su momento recogió el beneplácito de todas las fuerzas políticas, porque ninguna quiso ponerse del lado de los discriminadores, llegó en un momento de fragilidad del PRI y de su cabeza real, que es el Presidente. No solo fue atacada por quienes ya se sabía que la rechazarían (el episcopado católico), sino que ahora se le sumaron nuevos discriminadores a quienes se les olvidó que son todavía discriminados, como son algunos grupos evangélicos y además, triste espectáculo, algunos priistas que prefirieron culpar a la iniciativa presidencial antes que a la corrupción, la ineficacia política y el cinismo de ciertos gobernadores.
El resultado, como lo acaba de reconocer en reciente entrevista el propio dirigente del PAN en el Senado (El País, 23/06), es que "el PRI también ha retirado el respaldo a la iniciativa presidencial de permitir los matrimonios igualitarios" y que no existe ningún argumento que le haga pensar "que la propuesta de matrimonios igualitarios sea prioridad en el periodo ordinario de sesiones". Si eso sucede, significa que los genes del PRI están definitivamente olvidados y que ya perdimos, quizás para siempre, a este Presidente y a su partido.
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