Desde hace muchos años había yo tenido la duda de si AMLO era o se hacía, como solemos decir comúnmente. Es decir, si las cosas que decía eran parte de una actuación, una teatralización populista, o si realmente piensa y cree todas las cosas que ha dicho y que, para mi gusto, muestran una visión del mundo muy pequeña. Después de oír los 18 minutos de su mensaje con motivo de los 75 años de la Organización de las Naciones Unidas, ya no me queda duda: López Obrador realmente no tiene idea del mundo, no sabe dónde está parado y le importa un comino lo que pase más allá de nuestras fronteras. Pero, sobre todo, mis dudas se han disipado sobre si AMLO está actuando para distraer la atención de los verdaderos problemas nacionales, o si en verdad está convencido de que lo que dice son grandes verdades que todos deben conocer. Es obvio que López Obrador está convencido en que lo que él está haciendo es un gran ejemplo para el mundo. La prueba de todo ello es que aquí no se trata de convencer a sus seguidores o a los posibles votantes de las próximas elecciones. No. Aquí el Presidente de México aprovechó sus 18 minutos ante el mayor estrado mundial para hablarle a los otros jefes de Estado, o a sus representantes, de la riqueza de nuestras antiguas civilizaciones y de nuestra cultura. Pero, sobre todo, para darles una clase de historia oficial acerca de las grandes transformaciones de México, culminando por supuesto con la que él encabeza. Lo de Benito Mussolini y lo de la rifa del avión que ahora sí se va a vender probablemente no fue ni entendido por quienes escucharon el mensaje, pero deja ver claro que las divagaciones del Presidente de México no corresponden a la gravedad de los problemas que el mundo está enfrentando. Salvo por el tema de la pandemia, que AMLO vio desde una perspectiva muy local, el Presidente de México no mencionó ninguno de los grandes problemas que el mundo está enfrentando, en los que México está directamente involucrado y para lo cual deberíamos tener una posición clara: migración, cambio climático, inseguridad, narcotráfico. No. AMLO prefirió hablar de los esfuerzos de la 4T, como si estuviera en Tuxpan, o en Mocorito, arengando a sus seguidores. Como si su público no fueran los dirigentes del mundo entero, a quienes la rifa-venta del avión les tiene sin cuidado. Por supuesto, no me imagino ni a Marcelo Ebrard ni a Juan Ramón de la Fuente preparándole ese discurso. Es evidente que el Presidente de México los hizo a un lado y decidió salir así en su mensaje, con la camisa chueca y la actitud desenfadada, para contar ese cuento. Es el único que se sabe. Lo grave es que no quiere saber de otra cosa y no se da cuenta del ridículo que está haciendo ante el mundo. Él está convencido y no se requiere más.
No es el primer Presidente que se sale de lo redactado por alguien que sabe para decir tonterías. Recuerdo cómo los escribanos de Fox batallaban porque cada rato se salía del guion, para terminar diciendo tonterías. Pero aquí estamos ante un caso más grave: tenemos a un Presidente convencido de que su pequeño mundo es el que todos ven. Y así conduce al país, en medio de los problemas mundiales.
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