A principios de mes el Banco de México reportó que de enero a agosto de 2022 ingresaron al país 37,934 millones de dólares, 15.2% más respecto al mismo periodo de 2021. Si se toma el promedio de los depósitos durante agosto de 2022 (390 dólares), se realizaron 97 millones 267 mil envíos, de los cuales el 99% fue mediante transferencias electrónicas. Por su parte, el Banco Mundial y KNOMAD reportaron que México fue el segundo país que más recibió remesas en 2021, solo por debajo de India.
En su momento, el gran negocio para la banca tradicional; después, para las empresas de transferencias de remesas. Pero ante el costo de las transacciones bancarias, el tiempo que tardan en concretarse las operaciones, los requisitos que muchas veces condicionan el consumo de algún producto, la burocracia bancaria, los intermediarios, la discriminación para tener acceso a servicios, la vulnerabilidad en el manejo de datos personales, entre otros, se abrió una gran oportunidad para las cripto empresas que mitigan esas implicaciones. Con el atractivo que significa México y su vecindad con la primera economía del mundo, ese nicho crecerá rápidamente para agrandar una lista en la que ya se encuentran algunas empresas como Bitso, Coinbase o Belfrics.
Al margen de las posturas y medidas que han motivado en el mundo, hoy por hoy las criptomonedas (monedas digitales) comparten la lista con metales, billetes, cheques, tarjetas y todas esas manifestaciones que describen la evolución del dinero. Esto, a pesar de la falta de atención, lentitud o desinterés que parece haber en una estrategia tecnológica mexicana que incluso recientemente ha tenido que enfrentar graves problemas asociados a su ciberseguridad. Pero sin duda en algún momento se deberán tomar cartas en el asunto para alinearla con la carrera global de las economías digitales. La inercia de la realidad hará lo suyo.
Por su inmediatez, el dinero es el principio de este gran impulso que se avizora en el aprovechamiento de tecnologías como Blockchain (cadena de bloques) ante la trazabilidad, certidumbre, transmisibilidad e inviolabilidad de información, seguridad y costo en el envío de remesas. Sin embargo, esto es mucho más que cripto remesas y se pondrá más interesante cuando esos 38 millones de mexicanos que equivalen a las poblaciones de Canadá, Polonia o Ucrania, y que mueven más dinero que sectores como el automotriz o el agrícola, demanden el aprovechamiento de esa tecnología para otros trámites y servicios, públicos y privados, que, por ejemplo, por la distancia les exige costos en tiempo y dinero. Mientras en Estados Unidos los legisladores discuten pros y contras regulatorios, tecnológicos, económicos y de seguridad, México parece insistir en seguir pateando el bote tecnológico.
Ricardo Corona*
ricardo.corona@koalsulting.com
* Abogado especialista en análisis de políticas públicas en materia de justicia y estado de derecho