En la política nacional existen pocos paradigmas de congruencia y de altitud de miras para renunciar al interés personal y ver por el bien común.
Pero los pocos que hay son edificantes.
Lo es Ernesto Zedillo que reconoció de inmediato la victoria de Fox, evitando cualquier intento para desconocer la elección.
Hoy son ejemplos de madurez cívica y política Santiago Creel que dejó la competencia por la coordinación del Frente Amplio por México; y Colosio porque se negó a que lo promovieran como precandidato presidencial.
Ya que MORENA fracasó en su intento de encubrir con encuestas la decisión presidencial de que Sheinbaum sea la precandidata, el Presidente podría ser ejemplo de estadista y demócrata parando la creciente polarización y crispación social.
El Presidente ha repetido que va a transmitir su bastón de mando, pero eso será simbólico; para que fuera real sería necesario que el Presidente renunciara, que Sheinbaum dimitiera a la coordinación de MORENA para ser presidenta sustituta y Ebrard el candidato presidencial.
Esa medida hipotética sería procedente porque aún no existen legalmente precandidatos a la presidencia; y el artículo 84 constitucional prevé lo siguiente:
“En caso de falta absoluta del presidente de la República, en tanto el Congreso nombra al presidente interino o sustituto, el Secretario de Gobernación asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo.
Cuando la falta absoluta del presidente ocurriese en los cuatro últimos años, si el Congreso de la Unión se encontrase en sesiones, designará al presidente sustituto.
Si el Congreso no estuviere reunido, la Comisión Permanente lo convocará inmediatamente a sesiones extraordinarias”.
Es impensable que esto suceda, pero si pasara el Presidente cumpliría así con Ebrard y con Sheinbaum y, sobre todo, abonaría a la regeneración de la democracia nacional con elecciones realmente libres y confiables.
