Seguramente no habrían despedido a Gerardo Tata Martino como entrenador de la selección mexicana de futbol de haber sido eliminado su equipo la noche del pasado sábado, en cuartos de final de la Copa de Oro, por Costa Rica.
Pero de haberse registrado esa derrota, que estuvo a nada de registrarse, el director técnico argentino estaría envuelto hoy en rollos de desconfianza y desaliento, recibiendo críticas de los que hasta horas antes de que empezara el partido solo le dedicaban elogios y parabienes.
Todos, empezando en esta historia por el propio Martino, saben que el futbol de este nivel genera al por mayor este tipo de delirantes comportamientos. Sus buenas conclusiones tendrá que sacar este experimentado entrenador para conseguir que lo que venga no traiga este riesgo de fatalidad. De entrada, el siguiente partido, ante la selección de Haití en semifinales de este torneo, trae la misma carga explosiva que el duelo ante los ticos.
Pareciera que a esta selección nacional, deformada por imponderables y lesiones de jugadores fundamentales, se le agotó la gracia ofensiva que vino presumiendo en los buenos juegos de preparación que tuvo. Si el Tata está hoy con gran parte de los créditos que gozaba es también por el estupendo desempeño del guardameta Guillermo Ochoa. El ex americanista detuvo abajo, a su izquierda, en el tiempo extra, un disparo que parecía imposible de detener. Y ya en los penaltis fue el héroe al rechazar, en la muerte súbita, la sexta ejecución de los costarricenses.
Y eso que algunos pensaban que el ciclo de Ochoa había terminado. Que con Martino no tendría mucho futuro pues no es muy bueno jugando con los pies… Ochoa está, como casi siempre que actúa con la selección, en un nivel que lo convierte en un porterazo.
Hay que decir, sin embargo, que un portero no es suficiente para ganar ni siquiera el torneo más modesto de cuantos componen el catalogo de competiciones de selecciones de la FIFA.
