Es una tendencia estresante que funciona como una dictadura. Del desempeño de la Selección Mexicana de futbol solo está permitido hablar mal. Mientras más juicios tremendistas y fatalistas se hagan, mucho mejor. No hay espacio para una reflexión libre y bien intencionada.
La Selección Nacional, desde mi punto de vista, dio una cara esperanzadora la noche del pasado sábado contra su similar de Brasil. Pero si uno lleva este comentario a las redes sociales o si establece un juicio de este tipo en cualquier debate público, corre el riesgo de que se le descalifique con insultos. Vive entre baratos aplausos digitales, en cambio, el que se centra en un tono amargo, negativo, intolerante y agresivo.
Alguien debe, con temple inequívoco, señalar que el equipo mexicano enfrentó a dos rivales durísimos en sus últimos dos partidos. Duelos de preparación, por fortuna. Ante Uruguay, dirigido por el argentino Marcelo Bielsa, se perdió 4-0. Considero que el entrenador Jaime Lozano se equivocó al poner un once titular absolutamente experimental, con casi puro jugador (nueve de once) que no es y no va a ser titular. El rival, mucho más unido, talentoso y hecho, les pasó por encima y la goleada le salió barata. Pero mucho, estoy seguro, se pudo ver del nivel de esos jugadores y mucho el entrenador va a aprender de ese juego.
Tres días después el rival fue la poderosa selección brasileña en la ciudad de College Station, Texas. Lozano puso de inicio lo que bien puede considerarse la alineación titular. Si bien los mexicanos se vieron abajo en el marcador muy al inicio y luego recibieron la segunda anotación al arrancar la segunda mitad, después reaccionaron de forma notable… Y no solo por el orgullo y compromiso que mostraron, sino por signos notorios de buen futbol.
Esto hay que resaltarlo y hay que valorarlo. Solo de esta manera se podrá lograr la reconstrucción anímica y futbolística que se requiere para crecer y ganar. No hay de otra.
