Es indefendible la Selección Mexicana de Futbol. No ganar ni los partidos amistosos más a modo, como el de la noche del sábado pasado en Puebla, ante el Valencia de la Liga española, la vuelven impresentable también.
No puedo más que estar de acuerdo con la totalidad de los críticos que han expresado en las últimas horas, con una gran variedad de tonos, su decepción y enojo por el rendimiento tan raquítico que ofrecieron Javier Aguirre y sus dirigidos sobre la cancha del estadio Cuauhtémoc.
Le falta todo al equipo nacional. Juego de conjunto efectivo, sin duda. Pero tampoco se exhibió compromiso y entrega suficientes para imponerse con carácter a un rival mermado por el cansancio de un viaje transatlántico y la ausencia de los jugadores estelares.
Otra carencia preocupante: no hay individualidad alguna que sobresalga, capaz de, aunque sea por algunos instantes, marcar diferencias… Vi, por ejemplo, la semana pasada el juego entre Bolivia y Colombia por la eliminatoria mundialista.
Con un hombre menos los locales se impusieron uno a cero, con un golazo, un disparo espectacular al ángulo del zurdo de 20 años Miguel Terceros.
La Selección Mexicana no tiene esto. El primer gol, el de Alexis Vega, fue producto de un cobro de una falta fuera del área que pegó en el poste y se metió hacia las redes gracias a que le rebotó en la espalda al portero visitante… El segundo, el de Ozziel Herrera, sí fue una gran acción individual con una ejecución precisa. Pero hasta ahí. Iban ganando 2-0 y concedieron el empate a 2.
Dicen que en el futbol todo el tiempo hay revanchas. Y eso construye la esperanza que permite que los estadios se llenen de aficionados con ilusión y la audiencia televisiva se mantenga. Hoy en Guadalajara ante la selección de los Estados Unidos va a estar complicado que todo se transforme a favor. Pero esperemos a ver qué pasa.
