Las reacciones del régimen de la 4T respecto a quienes encabezan la lista de aspirantes opositores a la candidatura presidencial han pasado de la expectativa por la competencia, a la preocupación y al escándalo por la virulenta reacción del oficialismo.
Si todo fuera como la preocupación, sería entendible en la reacción política en la 4T porque está en juego el poder político del país, pero empieza a ser escándalo por el uso desproporcionado de la fuerza del Estado a través de las instituciones de los Poderes Ejecutivo y en el Legislativo.
Con la irrupción de la senadora hidalguense Xóchitl Gálvez Ruiz como aspirante a convertirse en la candidata presidencial del Frente Amplio por México, se empezó a filtrar la versión de que se trataba de una candidata “a modo” para el gobierno de la “Cuarta Transformación”.
La versión le atribuía al presidente Andrés Manuel López Obrador el haberse concentrado de manera premeditada en las “mañaneras” de la senadora para “destaparla” e “inflarla” como la candidata opositora, pero la versión infundada.
Otras de las versiones “en la comentocracia” en medio de comunicación, en el círculo rojo y en las charlas de café, fue en el sentido de que la aparición de Gálvez Ruiz en la carrera por la sucesión presidencial generó nerviosismo, preocupación y crisis en el gobierno-partido oficialista.
Los ataques del presidente a Xóchitl Gálvez en las conferencias de prensa “mañaneras” confirmaron la segunda versión.
Desde la tribuna mediática presidencial empezó la andanada de todo tipo de ataques, desesperados e impensables de un partido y gobierno de “izquierda”, o por lo menos de un presidente demócrata.
A la artillería de la belicosidad verbal contra la señora Gálvez, cargados de misógina, racismo, discriminación y odio, le siguió la embestida de un “ejército” de obediencia “bolchevique” de militantes y dirigentes de Morena, intelectuales, moneros, legisladores, abogados…
En 15 días la hidalguense Xóchitl Gálvez se convirtió en la Anna Ajmátova, la poeta y escritora rusa obsesión de Iósif Stalin, contra quien lanzó toda su furia con agentes de “La Checa” (policía secreta) y el poder del Estado para destruirla a ella, su familia y a los intelectuales de la época.
Es de escándalo y profunda preocupación el uso de la información fiscal (SAT) de las empresas de la opositora, acusarla sin prueba ante la FGR y la UIF por “enriquecimiento”, pedir una prueba de pureza indígena, la condena al aspiracionismo por vender gelatinas y tamales, de ser empresaria…