Aristóteles concibió tres tipos de amistad: por interés, por placer y por la virtud, también denominada perfecta o completa.
La amistad por interés siempre tiene por objetivo "ganar algo", "sacar un rédito" del vínculo que se tiene con la otra persona. El problema con este tipo de amistad es que tan pronto una de las partes deja de recibir los beneficios derivados de la relación, la amistad se enfría y concluye.
Por el contrario, la amistad por placer tiene como único interés disfrutar de la compañía mutua, porque de lo que se trata es pasarla bien y acumular momentos agradables. El problema con este tipo de amistad es que el placer resulta determinante para que pueda mantenerse en el largo plazo. Cuando la relación desata emociones negativas para alguna de las partes, la amistad se rompe.
El tercer tipo de amistad es la perfecta, completa o por la virtud. Ésta se da entre personas virtuosas, es decir, entre aquellas que están dispuestas a hacer todo lo posible para beneficiar a su contraparte. En esta forma de amistad, como decía Aristóteles, "un amigo completo desea el bien a su amigo por él mismo; por amor a él, no por el deseo egoísta de obtener ningún beneficio".
Un rasgo fundamental de este tipo de amistad es que, hasta cierto punto, las partes deben ser iguales, con el fin de que la balanza de las virtudes siempre esté equilibrada.
Llevado al plano de la política, toparse con la amistad perfecta, algo sumamente extraño porque, como dice Matt Morris, "una amistad perfecta se centra en el otro. […] Cada uno desea dar al otro y verle prosperar. La amistad completa implica beneficio, placer y bondad".
En el caso de López Obrador y Donald Trump, si la hubiera, su "amistad" sería a lo sumo por interés, pero jamás por placer o por obra de la virtud.
Sus universos morales e ideológicos se los impiden.
Por ello creo que nuestro Presidente falla al intentar endulzarle el oído a Trump, haciendo eco de su amistad. Y no solo porque dudo que Trump tenga amigos, sino porque ha dado muestras claras de que no le interesa amistar con López Obrador.
En ese sentido, el único camino razonable que encuentro es insistir en la vía diplomática, porque México no dispone de los disuasores económicos suficientes para poder ponerse a las patadas con un Trump que se encuentra en plena campaña.
