Durante mucho tiempo, la idea de comer más, fue asociada al poder y placer.
La gordura era sinónimo de salud; las carnes excesivas y rojizas simbolizaban la salud.
Por eso las grandes comilonas de la aristocracia y nobleza antiguas.
El vómito reiterado para poder comer más, la glotonería en todo su esplendor.
Una de las grandes protagonistas, por sus aficiones eróticas y conocida como una gran comensal fue, por ejemplo, Catalina la Grande, que gobernó Rusia convirtiéndola en un imperio; en ella destacaba la obesidad con carnes rojizas y exuberantes.
Hoy en día persisten algunos vestigios de estas costumbres; en ciertos sectores de nuestra sociedad continúa la creencia de que comer más es sinónimo de poder económico; solo los que “tienen” pueden comer carne todos los días; los “jodidos” comen otra cosa; no todos pueden hacer una gran comilona de carne asada cada semana, para relajarse en un festín de abundancia.
El Obeso es el que puede estar gordo, porque ha tenido con qué engordar; un acceso desmedido a la comida.
En fin, una sociedad de contrastes socioculturales en donde un sector trata a toda costa de estar delgado y dar una apariencia fitness, y otro sector pretende borrar sus días de pobreza y carencia, comiendo todo, mientras pueda.
A simple vista, los que la llevan de perder son los obesos; ellos pagarán muy caro sus festines y días de placer; ¿cómo? Con Diabetes, presión alta, embolias e infartos al corazón; al llegar al hospital sentirán la mirada recriminatoria de algunos enfermeros, médicos y familiares: “esto pasa cuando eres un glotón y estas gordo”.
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