Toca, de entrada, usar cubrebocas cada que salgamos de casa. Sobre boca y nariz en todo momento. No es asunto ideológico: es medida de salud pública (para protegernos de la saliva de otros y protegerlos de la nuestra, para cuidarnos del contagio por vía aérea).
Toca lavarse bien las manos al salir, al regresar y en cada parada en que nos sea permitido. Toca, de ser posible, llevar guantes desechables. O, en su defecto, usar gel desinfectante.
Toca guardar distancia física de los demás. En el mejor de los casos, no saliendo más que para lo indispensable. De llevarnos razones laborales o personales poderosas a abandonar nuestro domicilio, evitando en lo posible los sitios congestionados.
Entiendo que esto es imposible ya para millones que no tienen la oportunidad de trabajar a distancia y que deben hacer uso del transporte público: vuelvo a subrayar entonces la importancia de observar las medidas sanitarias.
A quienes todavía tenemos posibilidades económicas, nos toca consumir con criterio. Mejor en un comercio local que en uno de cadena. Mejor un producto nacional que uno importado. No es tiempo de salir a restaurantes o a tiendas —son avenidas fértiles para el contagio— pero sí de comprar sus productos a distancia: eso salva empleos sin arriesgar vidas.
Toca no hacer resonancia de las ocurrencias distractoras del gobierno federal —las declaraciones incendiarias, la retórica paranoide o molarizante, las rifas esperpénticas, las visitas diplomáticas indignas pero irrelevantes— y sí de las acciones que minen el bienestar sanitario o económico, atenten contra la separación de poderes o la autonomía de las instituciones, o redunden en políticas públicas sin sustento en el conocimiento y la evidencia. De eso hay que hablar, y fuerte. No porque el gobierno vaya a atendernos —sobradas pruebas de indolencia ha dado— sino porque ello abona a fortalecer una corriente de opinión democrática que necesitamos mayoritaria.
Toca pensar en la elección de 2021 —pensar nuestro voto y exhortar a otros a pensar el suyo— a fin de que, en la última mitad de esta administración, el Ejecutivo conozca límite a su afán autoritario.
Toca ser ciudadanos.