En mi familia hay un buen número de parientes que se dedican al magisterio (primos, tíos y cuñados) y me han platicado en más de una ocasión sobre las complicaciones para los alumnos y profesores, a consecuencia de la intensa ola de calor que azota al estado.
Las temperaturas por arriba de los 40 grados centígrados en el interior de los salones han provocado que algunos alumnos se sientan mal y eso afecta el rendimiento de todos, incluidos los maestros que por supuesto también sufren.
Y es que en tiempo de frío, los estudiantes llegan abrigados porque saben de antemano que algunas aulas no están acondicionadas, y se preparan para soportar la baja en el mercurio. Al final sienten que poniéndose más ropa se protegen.
En Nuevo León, el clima es extremoso. De hecho tenemos fama a nivel nacional y cuando platicas con alguien de cualquier otra entidad es lo primero que saben sobre los regiomontanos. El problema es que en estos momentos se desfasaron las estaciones.
El invierno ya no es tan frío, ni la primavera tan agradable y eso nos obliga a tomar otro tipo de medidas ante esos cambios bruscos. Por supuesto el verano es muy caluroso y el otoño ni se diga.
Desde hace meses, algunos familiares que se dedican al magisterio vienen comentando sobre la grave situación que enfrentan a diario con grupos de 40 o más estudiantes en un espacio donde además los olores abundan.
Por eso resulta inexplicable lo que revela la nota de mi compañero Eduardo Mendieta, en la que anuncia que el Gobierno estatal insiste en adquirir aulas portátiles que para las condiciones actuales es una pésima inversión.
Si de por sí es inhumano tener a más de 40 chamacos hacinados y padeciendo por el calor, es todavía peor que tengan espacios con techo de lámina donde la situación es más incómoda. Habría que esperar las pruebas donde los evalúan para conocer la realidad.
Mientras eso sucede, tendría sentido, aunque las autoridades educativas no lo utilicen, que adelantarán el horario y el calendario escolar para reducir al mínimo el impacto del medio ambiente, que estará cada año peor.