Aunque un juez frenó momentáneamente el envío de Rafael Caro Quintero a los Estados Unidos, todo parece indicar que el fundador del Cártel de Guadalajara, correrá la misma suerte que otros capos detenidos aquí, en México, con ayuda de autoridades norteamericanas, al menos con información proporcionada por la DEA para ser entregados a la justicia del vecino país del norte, donde se les reclama por diversos delitos.
Juan García Abrego, fue detenido en 1996, uno de los cabecillas emblemáticos del Cártel del Golfo, cumple 11 condenas perpetuas en Estados Unidos. Benjamín Arellano Félix fue detenido en marzo de 2002 en Puebla y tras un proceso de extradición, fue entregado a las autoridades estadounidenses en abril de 2011.
Osiel Cárdenas Guillen fue líder del Cártel del Golfo, detenido el 14 de marzo de 2003 y extraditado en enero de 2007. Alfredo Beltrán Leyva ‘El Mochomo’, fue condenado a cadena perpetua en 2017, detenido por el Ejército en enero de 2008 y extraditado a Estados Unidos en noviembre de 2014.
Edgar Valdés Villarreal, la ‘Barbie’, fue sentenciado a 49 años de cárcel en Atlanta, Georgia. Dámaso López Nuñez se encuentra en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos, después de haberse declarado culpable de tráfico de cocaína en septiembre de 2018.
Juan José Quintero Payán en 2011, una corte federal de San Antonio, Texas, le impuso una sentencia de 18 años y seis meses de prisión. El caso más reciente es el de Joaquín El Chapo Guzmán, condenado a cadena perpetua también en los Estados Unidos.
Qué gana México con todo esto: una lección que se repite una y otra vez, nada se ha hecho para detener a los grupos delincuenciales y la captura de cabecillas solo sirve para que hereden sus imperios a otros encargados de manejarlos. La solución no está en detener líderes solamente, sino desmantelar su poder económico. Pero parece que nadie está dispuesto a hacerlo. ¿Corrupción? ¿Complicidad? o ambas cosas.
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