Los planes de Disney para el futuro de la franquicia Star Wars son revelados y de nuevo puestos en incógnita en Star Wars: Los Últimos Jedi, la película que más toma riesgos, más se aleja del legado de George Lucas y más apuesta argumentalmente desde El regreso del Jedi. No todas sus adiciones al canon son de aplaudirse, aunque el solo hecho de sacarnos de la zona de nostalgia y confort en la que llevábamos décadas es un gran síntoma.
Dado que la mayoría de los fans de este patrimonio de la cultura pop prefieren vivir en absoluta ignorancia respecto a la sinopsis y trama de cualquier nuevo estreno de Star Wars, en este párrafo bien podría evitarme problemas y decirles simplemente que en Los Últimos Jedi “pasan cosas”. Lo interesante es que, esta vez, no hay que proteger la susceptibilidad de los fans por amor al cine sin spoilers y nuestra virginal capacidad de asombro. Esta vez vale la pena guardar el secreto de todo lo que sucede después de la frase “Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana” porque Los Últimos Jedi no se trata de lo que suponemos. Un spoiler de esta Star Wars vale y duele por dos. Sí, Ray recibirá el entrenamiento Jedi de parte de Luke Skywalker. Sí, La Resistencia se enfrentará a La Primera Orden. Y sí, Kylo Ren y Rey se volverán a ver las caras. Pero nada de esto se desencadenará de modo consecuente.
Nuevos personajes, nuevos dilemas, nuevos mundos, cambio de poderes, una trama sin tanto recordatorio visual o narrativo del pasado y, sobre todo, con decisiones radicales para el rumbo de su macrohistoria hacen que el episodio VIII se sienta como el verdadero arranque de la nueva era de Star Wars, mientras que el VII, el que nos supo a reboot y remake, a la distancia, se vea como un eslabón de relevo generacional en el que las viejas audiencias se reconfortaron con el déjà vu y los nuevos espectadores recibieron su inducción al fenómeno. Si hablamos de contar algo que no sabíamos y ver material que no evoque a la trilogía original, el episodio VII podría no existir y este, dirigido por Rian Johnson, es la proyección de Star Wars para futuras generaciones. Para ser miembro del selecto grupo de realizadores que no tuvo diferencias creativas con los mandos de Lucasfilms al desempeñarse como director de una cinta de Star Wars, Rian Johnson se sale con la suya al darnos un producto que no parece tan estrictamente supervisado por un estudio. Los Últimos Jedi tiene humor anticlimático desde el minuto uno, el arco del personaje de Leia no fue determinado por la muerte de Carrie Fisher (como todos esperábamos) y la historia responde a las preguntas planteadas por J.J. Abrams en El Despertar de la Fuerza, dejándonos sin una pista de qué pasará a partir de aquí.
En lo técnico, Johnson imprime su estilo, logrando ciertas tomas y secuencias de un vigor visual que excita más que ver el logo de Lucasfilms cuando las luces del cine se apagan. Puntual y solvente en exposición, edición y estructura, el director de Brick y Looper deja en un su mejor nivel audiovisual a esta franquicia.
Sin la presencia de Harrison Ford como Han Solo, el centro de gravedad de esta épica espacial ahora es su heredero Ben o Kylo Ren. Más específicamente Adam Driver.
Es difícil pasar párrafos hablando de virtudes o defectos de una película tan anticipada sin poder ejemplificarlos en aspectos de su trama. Por ahora puedo decir que Los Últimos Jedi me pareció la mejor y más atrevida cinta de Star Wars en la era Disney.
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