Los delirios colectivos no dan aviso de su llegada. Grupos en las sociedades comienzan a replicar su desprecio por el otro. A menudo, sin darse cuenta de que lo hacen.
No hay tanta diferencia entre las muestras de antisemitismo escudadas en defensa de las causas palestinas, con el antiarabismo más detestable que supone la defensa palestina equivale a defender el secuestro, el terror y el asesinato.
La retórica genocida se ha reforzado tanto en los liderazgos de Hamás como en el gobierno de Netanyahu. El conjunto de las tangentes al conflicto se ha radicalizado.
Sirvió de poco la insistencia por aclarar que Hamás no representaba a los palestinos. Esa aclaración, bien recibida en el espíritu de las condenas contra su barbarismo, se diluyó en el rechazo a las protestas propalestinas de quienes ahora asumen que todo lo propalestino es prohamás. La estulticia aflora cuando se toleran masacres según quien las cometa.
Si queda un gramo de sensatez, la brutalidad de la campaña israelí sobre Gaza ya no puede verse únicamente como una guerra contra Hamás. La cabeza de ningún criminal justifica la vida de los niños asesinados en el campamento de Jabalia. Los miles de muertos bajo las bombas de estas semanas se amparan en el rechazo a entender quelos palestinos no son enemigos de Israel, sino gente que reclama sus derechos.
Una visión mínimamente política ya habría entendido que las acciones de Netanyahu y sus generales, si han logrado algo, es reforzar la ideología criminal de Hamás. ¿Cómo se piensa convencer a las nuevas generaciones palestinas de que hay formas no violentas de cambiar su realidad?
Israel ha ido apostando por una política que lo orilla al ostracismo. Ha prescindido de toda contención legal y reafirmado su política de castigo colectivo. La única democracia medio oriental olvidó que sus aliados tienen un límite a lo que pueden pagar frente a sus electorados.
En mi casa, una que siempre estuvo bajo la sombra de Palestina e Israel, se decía que la búsqueda de algo parecido a la paz es el paso de lo abstracto racional a lo concreto irracional. Hoy, nos encontramos sumergidos en la búsqueda de maneras para justificar la brutalidad de unos con el salvajismo de otros.
