Bien lo decía un meme cibernético genial: Al Chapo le hicieron un hoyo para sacarlo del penal, y al Piojo le hicieron un penal, para sacarlo del hoyo.
El juego de palabras no solo sintetiza nuestra nueva ética nacional, sino confirma que entre mayor presencia internacional tenemos, mayor es la mala fama que en el mundo ganamos.
De alegres, cantadores y buenos amigos; de país refugio para exiliados; de historia y culturas milenarias; de gestas contra invasores; cuna latinoamericana de artistas e intelectuales; de revolucionarios precursores; lugar de héroes populares; ejemplo de antibelicismo (Doctrina Estrada, Tratado de Tlatelolco, etcétera), en los últimos tiempos nuestra idiosincracia ante el mundo ha cambiado, y ahora nos conocen más, no por aquellos valores, sino por gritar unidos y alegremente al resto del mundo: ¡¡¡puuutooos!!!
Nuestra presencia se está convirtiendo en una marca, que no habrá política de difusión, cultural o turística, que nos la quite por años.
Somos la conjunción de las historias corruptas y represivas de los Duvalier, la militarización chilena y Argentina de los años 70, de las masacres guatemaltecas y salvadoreñas, de los cárteles colombianos en tiempos de Pablo Escobar, de todas las crisis capitalistas.
De tierra abierta al mundo, ahora somos conocidos por el genocidio de migrantes pobres y guardafronteras del río Bravo. De un entrenador que golpea a uno de sus críticos mediáticos luego de que ganamos para ganar, sin importar la ética. Como diría un amigo: ¿se imaginan si Guardado como una posición personal, empuja el balón a las manos del portero a manera de reconocimiento ético, elegante, soberbio, ante los ojos del mundo, para demostrar que en el país existen reservas éticas más allá de las estructuras del poder? Seguramente el equipo hubiera perdido en el estadio, pero el país, a través de Guardado, hubiera ganado en reconocimiento mundial.
Hoy somos famosos por el ridículo, por una izquierda social que defiende los últimos pedazos del viejo sistema corporativo impuesto a los trabajadores sindicalizados, por los túneles, por aceptar con resistencias torpes, lo que a Grecia le impone la Comunidad Europea.
Pero el mal no está en los que salen, sino que somos lo que hemos hecho internamente entre nosotros, mezcla de guerra y fantasías bobas.
Si Guardado hubiera pateado al hubiera, quizás nadie iría a festejar al Ángel ni al Piojo Herrera; pero algo habría cambiado si Guardado hubiera fallado.
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