Lo que hicieron los directivos de la escuela secundaria estatal José Santos Valdez, en la ciudad de Durango, es por demás reprobable, luego de que tras retirarle celulares a los alumnos, los mismos fueron quemados, fueron destruidos.
Esta acción provocó indignación no solamente entre los padres de familia, entre los que conforman las asociaciones de padres de familia y fue Carlos Ramírez, su presidente, quien no estuvo de acuerdo el modo en que se llevó a cabo esta situación, ya que está consciente que se tiene que regular el uso de los aparatos telefónicos en las aulas, pero de eso a destruirlo, es algo muy diferente.
Muchos alumnos llevan sus celulares a las escuelas por necesidad, ya que saben que es importante que a la hora de salida de clases puedan comunicarse con sus padres para que los vayan a recoger.
Saben muchos alumnos que el llevarlos a las aulas es un riesgo que vale la pena correr, por lo que prefieren que los regañen a que puedan ser víctimas de algún delito y no se puedan comunicar con sus familiares.
Claro que hay estudiantes que llevan sus aparatos telefónicos para mensajearse, para escuchar música o bien para hacer llamadas que nada tienen que ver ni con las clases, como tampoco con sus familias.
Ahora son otros tiempos, el uso de los celulares es más que necesario y los mismos estudiantes de secundaria saben, que el tener acceso a algunos programas les hace más fácil llevar a cabo sus tareas.
Desde hace varios años ha sido una lucha constante entre las autoridades de las diferentes escuelas, ya que han tratado evitar por todos los medios tratar de que los estudiantes no lleven sus teléfonos a las aulas, pero como dicen, lo prohibido es lo más deseado, ellos prefieren aventurarse usarlos a escondidas en las escuelas, algunos lo hacen principalmente en los baños y los llevan escondidos en sus calcetines o hasta dentro de su ropa interior.
Todo está bien, que los profesores o directores se preocupen por evitar el uso de celulares por parte de sus alumnos, pero no que no está bien son las formas, ya que destruir los aparatos no es decisión de ellos, es de los mismos papás, ya que al final de cuentas el costo de un teléfono inteligente es de miles de pesos y es una inversión que hacen para estar comunicados con sus hijos.
Walter.juarez@milenio.com
