Amnistía Internacional presentó en meses pasados un análisis que desglosa la problemática de las desapariciones forzadas a lo largo del mundo, mostrando cómo países como Siria datan de cerca de 82,000 personas sometidas a desaparición forzada desde 2011. Pero también países como Sri Lanka con la mayor cantidad de víctimas, que data de entre sesenta y cien mil desaparecidos, o Argentina siendo uno de los casos más conocidos a través de la dictadura instaurada en 1976 y que finalizó en 1983.
El 30 de agosto se conmemora el día internacional de las víctimas de desapariciones forzadas, que busca justamente invitar a la reflexión, sobre todo al tratarse de un asunto que afecta de los derechos humanos de aquellos que sufren de manera directa o indirecta estos crímenes. No solo se trata de las víctimas, sino de sus amigos y familiares, conocidos laborales, sociales, políticos o ideológicos del desaparecido, y finalmente, sus comunidades.
Las desapariciones forzadas, entendidas en términos coloquiales como aquellos actos que privan de su libertad a alguien, ya sea por agentes gubernamentales de cualquier sector, o por grupos organizados que actúan con la complicidad del gobierno, negando conocer el paradero de esas personas, representan un síntoma de gobiernos sin legitimidad y con claros indicios de autoritarismo.
A pesar de los cambios en los estatutos internacionales, de la búsqueda de leyes que protejan a los ciudadanos en los diversos países, de instrumentos que pongan límites a gobiernos autoritarios, la realidad es que aún se siguen presentando desapariciones involuntarias a lo largo del mundo, con actos de hostigamiento, maltrato e intimidación hacia aquellos que buscan señalarlas y no quedarse callados.
No retrocedamos en la historia a aquellos años de dictaduras y terror social. No dejemos pasar esta fecha por alto, y expresemos solidaridad con aquellas víctimas, contribuyendo a la visibilización, apoyando desde nuestro espacio, abonando a la justicia para aquellos sin voz. Nos leemos la siguiente semana, y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados, que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.