Lo que no es normal es que se ponga en riesgo la imagen internacional del estado y del país. Lo demás, es algo que suele pasar: nadie se salva de que inversiones del tamaño de Kia causen tensiones al interior de los gobiernos y de las instituciones.
Las cosas han llegado demasiado lejos aquí. Al grado de publicar contratos protegidos por cláusulas de confidencialidad. O de plantear públicamente la posibilidad de incumplir. O de acusar, al menos implícitamente, a la empresa coreana de participar en una cadena de corrupción. De hacer todo esto sin haber agotado antes todos los caminos de acuerdo.
Son los modos, decían las abuelas. Si las cosas se siguen manejando así pueden llegar al punto de sentar un precedente y encender una luz amarilla ante otros inversionistas. Y más caro saldrá todavía atraer los ansiados capitales: riesgo es costo.
Claro que son todo menos blancas palomas. Las armadoras de automóviles saben lo que sus inversiones significan para las regiones donde se instalan. Han sido detonadores de desarrollo y se van a donde les ofrezcan mejores condiciones.
Por eso Audi decidió ir a Puebla: no bastaron (aunque sin duda influyeron) las más de cinco décadas de convivencia productiva con su hermana mayor Volkswagen. El gobierno de Puebla ofreció doce años de impuesto sobre la nómina, diez años de predial y para la propia planta de Volkswagen otros diez años, según dijo ayer el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien vino a restaurar aquí la confianza desafiada.
Por razones similares también Mazda terminó en Salamanca, Guanajuato, y BMW en San Luis Potosí. Les dieron lo que pidieron. Y por lo mismo, no fue una buena noticia para Jalisco que Honda, que llevaba años en los alrededores de Guadalajara, haya decidido continuar su inversión en Celaya, también en Guanajuato, para construir allá su modelo Fit y dar empleo a más de tres mil personas.
La llegada de una armadora irremediablemente genera estrés en los gobiernos: vuelve prioritario lo que no era, exige lo que a nadie le habían otorgado, cambia los planes de urbanización y de infraestructura. Y siempre hay a quién le parece demasiado.
Aun así, es mejor que llegue, aunque sea tarde, a que se vaya con el vecino.
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