De los tres, Fernando Larrazabal es el práctico. Dadas las circunstancias de un partido práctico y dirigido por prácticos, es el favorito.
Ayer se apuntó, también para ser candidato a gobernador, Homero Niño de Rivera. Y el lunes pasado, Víctor Fuentes. Sus posibilidades son distintas.
El-mero Niño tiene 45 años. No es el más joven, pero sí el menos correteado, al menos en Nuevo León. Fue diputado federal por mayoría y antes había sido vocero de varias secretarías durante los sexenios panistas. Vivió esa época en CdMx. Apenas hace unas semanas empezó a sonar como aspirante, apoyado por algunos miembros de la vieja cúpula cuando pensaban en alianzas. Desde entonces ha estado muy activo en redes sociales. Califica a AMLO de autoritario y su tema invariable es el antimorenismo. Tiene muy pocas posibilidades de lograr el apoyo de los militantes apoyados por los dirigentes.
Mucho más conocido, el senador y ex alcalde nicolaíta Víctor Fuentes ha aspirado de manera consistente a la gubernatura desde hace más de un año. Primero competía con su compañero opositor en el Senado, Samuel García, de MC, ahora precandidato único por el partido naranja; luego competía con el espejismo del candidato externo que las cúpulas amenazaban con traer, bajo el argumento de que a él no lo querían. Pero el tiempo corría a favor de este político que no se lleva bien con ninguno de los tres jefes y que trató de “bajarles” simpatías mientras fue alcalde de San Nicolás...
Hasta que apareció el verdadero fantasma. Volvió Larrazabal. El martes se registró y ayer en rueda de prensa aclaró lo que creyó necesario respecto a su hermano Jonás. Él sabe que cuenta con las simpatías de la actual cúpula dirigente, y que sus dotes como ingeniero (electoral) nadie los discute, no solo dentro del partido, sino hacia los votantes.
Él es el práctico. Y está dispuesto a aliarse en los hechos con quien deba de hacerlo para que Clara Luz y Morena no avancen demasiado. Ni dudarlo: los ojos desde hoy estarán puestos en las movilizaciones del 6 de junio, el día D.
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