Política

Migración, el dilema ético

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En buena parte del mundo se discute: ante la migración masiva, unos exigen dar prioridad a la actitud generosa de acoger al extranjero y de garantizar su seguridad por el mero hecho de ser persona; otros ven como prioridad principal la seguridad de los países, su viabilidad futura y su capacidad de dar lo necesario a sus propios ciudadanos.

Muchos católicos, por ejemplo, encuentran conflictiva la postura de los papas recientes y en particular del actual, Francisco, quien plantea claramente: el cristiano deja entrar a todos.

Esta visión de la Iglesia oculta la dimensión política del problema migratorio, argumentan los críticos: “El primer error es considerar las migraciones casi exclusivamente desde el punto de vista de los migrantes y de un derecho a migrar que se extiende cada vez más —al grado que Benedicto XVI hablaba de ‘la facultad de cada uno para establecerse ahí donde estima más oportuno’, como un derecho humano fundamental”.

Lo anterior es parte de la discusión en Francia; es la opinión de Laurent Dandrieu, autor de Eglise et immigration: le grand malaise (Iglesia e inmigración: el gran malestar), en una entrevista para Atlantico.

En México se presenta un debate con muchos puntos parecidos, solo que se da en voz aún muy baja, ante migrantes culturalmente menos lejanos y en un país que ha sido tradicionalmente expulsor de su gente.

El malestar ahí está, en las ciudades fronterizas como Tijuana, ciudad antesala donde se espera entre seis y nueve meses alguna resolución para entrar a Estados Unidos, donde las autoridades locales se confiesan rebasadas, los refugios operan a su máxima capacidad y la población, acostumbrada al fenómeno migratorio, ve con temor cómo se transforma su cotidianidad. O como Ciudad Juárez, Reynosa, Matamoros e incluso Monterrey, que se han convertido en centros de detención y de “rescate” y donde cada vez más personas colaboran ante la crisis humanitaria. Surgen las preguntas. ¿Hay que cerrar el paso a las personas migrantes? ¿En qué sociedad nos convierte hacer eso?

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador considera un éxito la reducción del flujo migratorio, en parte porque responde a las presiones de Estados Unidos y en parte porque considera que nadie debería estar forzado, por razones económicas o de seguridad, a salir de su lugar de origen.

México está dando ejemplo de que se puede detener el flujo migratorio creando empleos en los países de origen, dijo ayer Marcelo Ebrard acompañado de las fuerzas federales.

Para Dandrieu, el otro error en los países católicos es mezclar el plano político con el plano espiritual: ver en la migración, como decía Benedicto XVI, “la prefiguración anticipada de la ciudad sin fronteras de Dios”. Si esto fuera así, cualquier gobierno que intente limitar la migración termina oponiéndose al espíritu cristiano.

Por supuesto que Europa tiene otros problemas, particularmente lo que muchos consideran una invasión islámica ante un cristianismo que optó por no defenderse.

Pero aquí se plantea de fondo el mismo cruce de caminos. Por un lado las exigencias que provienen de la cercanía humana y de los derechos personales. Por otro lado, las que provienen de la construcción de la sociedad. Hay que abrir también este debate. 


luis.petersen@milenio.com


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Luis Petersen Farah
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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