Esa es la única y más importante consigna de las grandes mayorías de clases medias y altas.
Esa mentada -terapéutica y catártica- va aparejada, de un pavor, cada vez más fundado en hechos puntuales que ligan a la 4T con un régimen de corte autoritario y socialista, alineado a los dictados del izquierdista Foro de Sao Paulo.
¿En qué universo vive el promedio de esas personas de clases medias y altas opositoras a AMLO, pero alejadas del debate o la conversación política en base a argumentos racionales para persuadir al contrario?
Ellos viven, por una comodidad colmada de apatía e indiferencia, en la Jaula de la Posverdad, que “activa convicciones preconcebidas y estimula sus emociones” para formar su opinión sobre la realidad.
En ese sentido, las redes sociales son su fuente de validación primaria para confirmar lo que ellos piensan de manera acrítica e irracional.
Por ello, no rebasan la mentada de madre con su desahogo terapéutico y el pavor anti-socialista.
De manera general, ¿qué imágenes privan en la mente de esas personas de clase media y alta, de manera cotidiana? ¿Cuál sería su imaginario colectivo?
Ándale, tenemos que llegar temprano a la casa para mirar la coronación de Carlos III y “la pitufina” de la Camila que destrozó el matrimonio de Diana.
Pues Diana no cantaba mal las rancheras, porque bien que tuvo sus “affairs” con un capitancillo del ejército británico, antes de separarse de “Charles”.
Las malas lenguas de la realeza aseguran que el príncipe Harry no es hijo de Carlos.
Bueno, ya basta de chismes, déjame prendo la televisión para mirar si Meghan, la esposa de Harry, fue invitada. Porque, a propósito, con la elegancia debida, ¡qué tizne a su madre AMLO!
¡A ver raza! ¿Ya estamos listos para ver la final de la Liga MX, primero? Y luego, la Final de Champions League. ¿Dónde, va a ser la carne asada? ¿Cómo nos repartimos? ¿Quién trae las cheves? ¿La carne? ¿Quién lleva la música?
Sí, hombre, pongámonos de acuerdo, antes de ¡qué tizne a su madre el cabecita de algodón! Jajajajaja. (Continuará)
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
canekvin@prodigy.net.mx