“Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano”; decía Eric Arthur Blair, escritor británico nacido en la India de padre inglés y madre francesa, quien bajo el pseudónimo de “George Orwell”, publicó en 1949 su exitosa novela distópica:
“1984”, con la que popularizó la idea del “Gran Hermano” o (Big Brother), así como la visión de una sociedad gobernada por un régimen totalitario que practica la represión política y social mediante una vigilancia masiva de sus gobernados.
Por contraposición a utópico, distopía es un término que se refiere a una sociedad indeseada, precisamente por ser lo opuesto al concepto de la obra del pensador inglés venerado por católicos y anglicanos, Santo Tomás Moro:
“Utopía”, concepto con el que Moro describe una utópica sociedad perfecta y feliz, que convive en un mundo con mínimos niveles de criminalidad, violencia y pobreza.
Tal vez la visión de un futuro negativo y desesperanzador de Orwell, derivó de haber vivido de cerca los dos grandes conflictos bélicos del siglo XX, así como la guerra civil española, que vino a ser como la amarga cereza del pastel, en su experiencia con esas deplorables facetas de la condición humana tales como la crueldad y la injusticia.
Esto llevó a Orwell a detestar los regímenes totalitarios, tanto de derecha como izquierda y situarse en el punto medio de un socialismo democrático, como única solución al añejo problema de la desigualdad extrema, factor que la historia de la humanidad nos enseña que cuando no se atiende, tarde o temprano detona en violencia, destrucción y muerte.
La innegable inestabilidad social mundial que hoy vivimos, tiene mucho que ver con esa enseñanza histórica no aprendida, en la que dicha desigualdad si bien es un factor importante, no es en sí misma la causa de la actual descomposición generalizada del tejido social.
Utopía es un puerto que marca una dirección a la cual dirigirse, aún a sabiendas de que por la imperfección de nuestra condición humana, nunca se llega a él.
Hay algo que se requiere para hallar ese rumbo, una brújula llamada: Los Valores Humanos.
